Day 5: Horror AU

315 56 13
                                    

Gime, desnudo, retorciéndose en el lecho de nuestro amor. Abre sus piernas, invitación sensual que enfatiza al subir las caderas, bajar de vuelta y dedicarme una mirada salvaje cargada de deseo. Su pecho tiembla con la respiración entrecortada.

Fuera, los truenos de la tormenta resuenan por encima de una ciudad atestada de locura. Calles repletas de un carnaval que celebra la llegada de una época nueva.

En casa celebramos como siempre, en la privacidad que amordaza las inhibiciones y las ata a la cama.

Mi hermoso ángel de cabellos naranjas gruñe. Exige que monte su deseo animal. Me quiere, me desea, me anhela. Se mueve, incapaz de soltarse de mis expertos nudos, esos que he perfeccionado a favor de fantasías perversas aceptadas por él —no sin un par de enojos—, a lo largo de estos años en que nos hemos amado en esta caótica y simple vida.

Recuerdo nuestro primer beso en la secundaria, la primera vez que lo hice mío en la preparatoria, la primera vez que exigió cambiar de posiciones —y lo doloroso que fue— durante la universidad, el trabajo y empezar a vivir juntos. Un romance normal, muy cliché.

—¿Me quieres? —pregunto lo obvio.

Chuuya jadea, vuelve a gruñir e intenta alcanzarme con las muñecas atadas a la cabecera.

—Te harás daño si sigues insistiendo así.

Me acerco. Con la yema acaricio la piel amoratada de su muslo, desviándome a la penúltima letra entre sus piernas, retomando rumbo a su ombligo, el torso, las tetillas, el cuello... lanza una mordida y me retiro.

—Eres impaciente —sujeto su mentón con firmeza y beso la fría piel de su mejilla.

La cercanía lo enloquece. La agitación violenta de sus extremidades le ara la piel con la soga. Hilos gruesos de un líquido negruzco y cenagoso le escurren hasta los codos, goteando en la cama cubierta de manchas secas de sangre.

La piel de sus mejillas, rasgadas por la desesperación, me da una ventana, en los retazos de su belleza, a los dientes ennegrecidos y la lengua hinchada. Sus ojos vacíos y cubiertos por un velo blanco me llaman a gritos. Sus dedos morados y verdosos con las uñas amarillas ansían ceñirse a mi cuello, abrirme la piel y hundirse en mi carne.

¿Por qué?, me lamento un segundo, uno de claridad en el que la realidad se me viene encima y me aplasta la respiración. El fin del mundo, el apocalipsis de los muertos que, hambrientos, vagan por la tierra devorando a sus seres amados. Mis manos caen en su cuello y presiono. Sus cervicales ceden y se trozan... Sigues moviéndote, sin morir y sin vivir, un punto neutro en el que no eres el hombre que amé, pero conservas parte de tu apariencia hipnótica aun en tu putrefacción.

Tan mío. Tan sólo un cuerpo vacío.

En algún libro, en la televisión, o quizás fue en un sueño, vi una idea que en su momento me pareció cómica y terrible. Ahora me resulta perfecta: suicidio doble.

Sonrío y alcanzo la pistola que guardo en el cajón de la mesa de noche. Antes de que la locura vuelva será mejor que termine con la pesadilla, con tu sufrimiento y el mío en esta historia de terror.

Juntos, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. 

Juntos, hasta que la muerte nos separe... No. Juntos, aun ella.

. . .

Notas:

Bueno, se le cumplió el deseo a Dazai de un suicidio doble... supongo (?).

A normal Life, a normal Love [ #SoukokuWeek ]Where stories live. Discover now