Capítulo 29

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Nuevamente transcurrieron unos días en los que ni Seto ni Kisara se vieron. Durante ese tiempo, Kisara entrenó lo más que pudo y poco a poco notó mejorías en el manejo de su dragón pero sabía que no podría permitir que Seto la dejara. No ahora que planeaba hacer que Seto se enamorara de ella para que así olvidara completamente a Isis y su amor por ella que lo estaba destruyendo lentamente.

Kisara entrenaba arduamente sin descanso. Un día, invocó a su dragón blanco de ojos azules y logró dominar que este sobrevolara la zona sin salirse de control. Este logro la llenó de dicha y no puedo evitar sonreír abiertamente mientras veía a la majestuosa criatura desplegando sus alas por el castillo.

Tan ensimismada estaba en sus progresos con el dragón blanco, que no vio a Mahad observándola a cierta distancia, escondido detrás de uno de los pilares del castillo real. Achicó los ojos para contemplar mejor la escena: como Kisara liberaba a la bestia, el dragón volaba por los cielos y luego ella le acariciaba la cabeza con afecto, cual si fuera una mascota.

-"Esa chica es asombrosa para manejar a esa criatura".

Kisara abrazó al dragón blanco y luego este desapareció nuevamente. Respiró hondo sintiendo el aire entrar en sus pulmones y el viento golpeando su cara. Fue en ese momento en que Kisara notó la presencia de Mahad.

-Señor Mahad...no lo esperaba por aquí.

El aludido se acercó a ella.

-Hola Kisara. Haz mejorado bastante para usar el dragón.

Mahad debía admitirlo, pero estaba estupefacto de los progresos de la joven peliblanca.

-Todos los días practico. Me da gusto que se vean los avances de esto.-respondió Kisara sonriendo ligeramente.

-Estoy seguro que eso alegrará al Faraón Seto. Obtener un poder que pueda proteger el reino y ser de nuestro beneficio es lo que ahora más buscamos.

Mahad asintió hablando con un tono de voz triunfante y halagadora que provocó la tristeza de Kisara al hacer memoria de las cosas que pasaban. Ella era consciente de que su corazón se estaba enamorando del Faraón y eso la beneficiaba en una parte, pero la perjudicaba en otra.

Agachó la cabeza mostrando su descuerdo y Mahad se sorprendió con aquel gesto.

-¿Te sucede algo?

-¿Tiene alguna idea de si el faraón volverá a entrenar conmigo como antes?

Lentamente, Kisara levantó la cabeza hasta encontrarse con los ojos de Mahad que la miró escrupulosamente.

-No hablo con él sobre ti.

Al ver la mirada afligida de Kisara, Mahad supo que ella tenía un interés especial en el soberano egipcio. Se mostraba desilusionada de no estar en compañía de él.

-¿Quieres que le pregunte directamente?

La ilusión se reflejó en el rostro pálido de la joven.

-¿¡En serio!?

-Le diré que entrene de nuevo contigo. Además, como rey de Egipto, debe de tener un sentido de la responsabilidad con respecto a lo que te encomendó: tú eres su arma secreta para la defensa del reino.

-Haré todo lo que esté a mi alcance para lograr apoyar al Faraón Seto.

Mahad arqueó ligeramente la ceja percibiendo que la lealtad de Kisara iba más allá de un simple sentimiento de amo y sirviente. Algo que aprendió con las experiencias de los reyes anteriores y de Seto con su hija fue a discernir los sentimientos de los demás.

-Bueno, hablaré con él. Verás que todo volverá a ser como antes.

La cálida y fraternal sonrisa de Mahad tranquilizó el corazón de Kisara que aún guardaba la esperanza de que Seto lograra quererla como ella lo apreciaba a él.

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-Claro que no. Ella puede entrenar sola.

La voz estrepitosa de Seto se escuchó por todo el pasillo.

-Kisara trabaja mejor cuando tú la acompañas. Además, es sano para ti tener una compañía de alguien.

Las manos se Seto formaron puños llenos de furia.

-¿Qué tratas de decir con eso?

-Seto, antes salías seguido cuando entrenabas con esa joven. Ahora vuelves a ser el mismo hombre frío y cerrado de años atrás.-comentó Mahad sin pena.

-¡Eso no te incumbe!

-¿Piensas llevar tu vida de esta forma hasta que mueras como todos los seres vivos? Que desperdicio.

-No volveré a entrenar con Kisara, si eso es lo que esperas.

-Pues deberías de hacerlo. Ella ha mejorado mucho y se esfuerza demasiado sólo para ayudarte.

Mahad se dio la vuelta para retirarse, pero antes de hacerlo giró en dirección a Seto.

-Esa chica es especial, y tú aún no te das cuenta de eso.

Mahad salió de la habitación real, dejando a Seto pensativo sobre ese tema.

Quería evitar lo más posible el contacto con Kisara. Ahora que recordaba donde la había conocido anteriormente, lo que menos deseaba era tener cercanía con ella. Por alguna razón, le incomodaba saber que ya la conocía de tiempo atrás. Sobre todo el hecho de que él fue su salvador e impidió que fuera azotada.

Le resultó curioso todo eso: ¿Por qué estaba siendo golpeada ese día que la salvó? Si analizaba las cosas, Kisara llegó prácticamente huyendo de su país natal.

¿Qué cosa provocó que ella escapara de su hogar hasta llegar a una tierra tan lejana como lo era Egipto?

Pensándolo bien, tal vez no era tan mala idea volver a estar cerca de Kisara y así averiguar más sobre la chica misteriosa. Era sorprendente que en 5 años de vivir en el mismo palacio, no supiera nada de ella ni de su vida personal.

Si bien, nunca le interesó demasiado la chica, la curiosidad era fuerte cuando se trataba de conocer más a fondo a la chica que lo apoyaba en sus vivencias.

Con una cierta incomodidad, ya que aún recordaba lo sucedido en los últimos días, Seto se encaminó a buscar a Kisara.

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Los jardines egipcios eran tan enormes que si los visitantes no los conocían correctamente, se perderían. Kisara caminaba siempre por esos jardines y conocía cada rincón de la estancia. Miraba las flores desérticas que crecían, las plantas, el cielo azul como sus ojos. Un sentimiento de nostalgia se apoderó de su corazón al recordar que llevaba cinco años sin saber sobre su familia y seres queridos. Técnicamente, no podía llamar familia a sus parientes, pero tampoco les deseaba el mal; menos desde que sabía sobre la tormenta de arena que azotó su pueblo.

Caminaba con la mirada perdida entre los jardines, cuando distinguió en medio del patio a un hombre con un atuendo que indicaba su parentesco con la realeza.

Detuvo sus pasos y miró sorprendida a la persona que estaba frente a ella.

-¡Faraón Seto!

Una media sonrisa se dibujó en el semblante del soberano, mientras cavilaba la posibilidad de trabajar más intensamente con Kisara y el dragón blanco.

Esta sería la última vez que se comportaba como tonto con respecto a la chica de cabellos blancos y ojos azules.

El Amor que Trasciende el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora