Capítulo 36

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La sangre se congeló en las venas de ambos ante la pregunta reveladora sobre el pasado de la joven chica con cabellera blanca y ojos tan azules como el cielo.

Se estremeció al comprender que había llegado el momento de contarle a su amante las cosas horribles de su infancia.

De una niñez atormentada en la que no supo ni conoció los sentimientos de bondad, amor y paz que los seres humanos normales suelen tener desde muy temprana edad.

Fijó su mirada en el techo otra vez y Seto entendió que, tal como supuso, le tocó un punto sensible.

-Lo siento, Kisara. No era mi intención ofenderte.

La voz de Seto sonaba arrepentida, como si en verdad le doliera que su amante, la chica que amaba, sufriera por causa de algo que estaba en el pasado y que, por supuesto, ya no tenía remedio.

-Te equivocas.-habló Kisara con firmeza y sin quitar la mirada del techo-No me ofende que preguntes por mi pasado.

Aquella confesión causó que Seto se conmoviera y frunciera el ceño.

-Sabía que tarde o temprano querrías saber sobre mi pasado.

El soberano de Egipto en verdad quería saber todo sobre Kisara. Aún había detalles que ambos necesitaban decir si querían que su relación funcionara.

Los secretos los podían destruir, así que lo más conveniente sería abrir sus corazones el uno al otro.

-Cuéntame lo que consideres oportuno y correcto decir.-fueron las únicas palabras que Seto pudo pronunciar.

En su voz se notaba el interés que tenía en Kisara. En conocerla, en apoyarla, en brindarle un cobijo cuando su corazón se sintiera frío por el pasado que la atormentaba.

Porque Seto sabía muy bien eso. Conocía la sensación de abandono y soledad porque él compartió esas emociones a la muerte de Isis.

Una lágrima resbaló por la mejilla de Kisara y apretó la mandíbula antes de comenzar a narrar los acontecimientos que la llevaron a Egipto hacía algunos años atrás.

-Mi padre era un hombre cruel que azotaba a mi madre constantemente. La golpeaba con un látigo cual si se tratara de una esclava, hasta que le dio un golpe en la cabeza que la dañó de por vida y meses después feneció en nuestra casa.

"Desde aquel día mi padre se encargó de torturarme a golpes y me dejó sin nada a pesar de vivir en el mismo techo. Dejó de trabajar para ganar el pan de cada día y me vi obligada a luchar por mí misma desde temprana edad.

"Pero, lo peor de todo, fue que él disponía del dinero que yo ganaba para mantenerme sola. Vivíamos en el mismo hogar, mas sobrevivía por mi cuenta. Así que escondía mis ganancias en los lugares donde sabía que jamás se metería.

"Sin embargo, todo cambió un día de manera imprevista.

El pecho de Kisara se infló por el esfuerzo realizado en contener su llanto amenazante a salir a flote.

"Él encontró mis ahorros. Guardaba el dinero con la esperanza de marcharme lo más lejos que pudiera, pero él me lo quitó todo y me azotó hasta casi matarte.

"Entonces, decidí escapar lo más lejos que pudiera aún si me faltaba el dinero para hacerlo. Lo único en que podía pensar era en escapar.

"Fue así como salí de mi país y partí en la dirección en que sopla el viento. No tenía ni la más remota idea lo que podía pasar, ni a donde me dirigía.

"Opté por marcharme tan pronto como pudiera. Temí por mi vida y supe que me buscaría para golpearme, así que no miré atrás.

Una vez hubo terminado de narrar aquella historia triste, el silencio cayó como un gran diluvio en medio de la habitación. Kisara sentía deseos de romper en llanto, pero no quería resquebrajarse frente a su amado Seto.

El Amor que Trasciende el TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora