Capítulo 5

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—¿Y bien? ¿Qué quieres decirme mi lady?

Tenía solo cinco minutos, cinco miserables segundos para que Ladybug aprovechara en decirle todo, cómo se sentía por dentro, la basura que se cargaba en estos aclamados días. Sus pensamientos se comprimieron en falsas verdades que no podían volverse realidad.

—Me gustaría que seas menos intolerante a mis tiempos—dijo Ladybug agachando la mirada—. No puedo encargarme de miles de labores a la vez, en verdad, quiero salvar París pero debo... tener un tiempo para mí misma, ¿sabes?

—No, bugaboo, siempre haz tenido ese dichoso tiempo para ti misma, pero te haz olvidado del trabajo en equipo—el minino desvió la mirada—. Te olvidaste el significado de ser una heroína. 

Ladybug calló al instante, ¿cómo ese minino podría llegar a ser capaz de responderle sin usar sus coqueteos? Al parecer el anterior Chat Noir se quedó en el pasado, ahora venía un felino preparado para no dejarse chantajear por ninguna mujer.

—Bien, entonces... Creo que esta, "pequeña" charla no valió la pena—dijo inclinando su hombro cruzada de brazos—. Pensé que te podría hacer comprender con mis pocas palabras que quiero volver a ser tu compañera... Ser el equipo de antes.

—No hay manera de volver a esos tiempos, Ladybug—sentenció el rubio—. Me duele saber que... He amado a alguien que simplemente se mostró inmadura. Lo lamento, pero prefiero ver un cambio antes de ser amigos.

No podía resignarse a ese acuerdo, Chat Noir hablaba con razón sin pensarlo una o dos veces en su palabra. A Ladybug solo le quedaba aceptar y no juzgar al hombre que se mantenía distante a  su imagen. Esta aire de tensión junto al sonido del anillo de Chat no le agradaba demasiado, al contrario, le parecía cómo si en cualquier momento el corazón de ambos se escucharía crujir a disposición de los parisinos.

—Debes irte, tu miraculous está sonando—cambió la plática señalando la argolla del minino—. No quiero que tu identidad sea descubierta.

El varón enarcó una ceja mirándose la sortija, le quedaba solo dos diminutas huellas para dejar en riesgo su apariencia civil. 

—Claro—hizo un gesto de aprobación sacando de su traje de látex el bastón metálico—. Este gato debe irse, nos vemos después mi lady.

La mujer esbozó una sonrisa, ladeando su mano de forma cortés cómo despedida al héroe que extendió su arma  hacia al cielo, inclinándose para alejarse con el tiempo fuera de sus orbes. Dejándola así, con el corazón en el pecho, y sus ojos con anhelo.

—Adiós... mi chatón.


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 R é a l i t é
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En un cerrar de ojos, la hija de panaderos deambulaba en las húmedas calles de París. Sus pies se llenaron del lodo dela tierra, el musgo de sus alrededores y las gotas que laceaban su cabello azufre. Todo con el fin de entregar la canasta de pan recién horneado a la dirección establecida en la etiqueta de la cesta. 

Una llovizna se aproximaba en París, la tempestad del diluvio no tendría retorno, las sensaciones de estar en esa situación solo revolvían el estómago de la Dupain Cheng. Temía por todos los ángeles que la entrega se enfriase antes de ser entregada al dueño que osaba pagarle.

Recurrió a dirigirse por una de las cuantas curvas de peatones queriendo usar el camino más corto. Todas las casas que estaban en su camino eran iguales, no lo pudo negar, esto solo dificultaba más entregar su orden a tiempo.

[ R é a l i t é ] #ChanguerMLBFandomWhere stories live. Discover now