Salgo corriendo del edificio en donde vivo, con el frío golpeando mis mejillas.Me subo a mi auto y me apresuro a prenderlo. Giro la llave, y estoy por arrancar, cuando reparo en el cartel que indica que me quedé sin gasolina.
Bufo y golpeo mi cabeza contra el volante. Justo hoy debía pasarme esto.
No tengo tiempo para ir a una gasolinera, ya que son más de las doce de la noche y yo debería estar en el trabajo hace dos horas, pero me quedé dormida.
De golpe lo recuerdo. Hoy es 17 de julio, mi cumpleaños.
―Feliz cumpleaños a mi― susurro en la oscuridad de mi auto.
Mi celular vibra cuando me llega un mensaje. Es Sarah, una cocinera del bar donde trabajo.
Sarah:
En donde estas?
Yo:
Me quedé dormida. Voy de camino.
Sin perder más tiempo, comienzo a correr por las pobladas calles del centro de Nueva York, esquivando personas, perros y bicicletas.
Según mis cálculos, hay diez cuadras hasta mi trabajo, por lo que acelero el paso.
Luego de unos minutos, me adentro en el bar, dando grandes zancadas, ya que llego bastante tarde. El calor y la música a todo volumen del pequeño lugar me envuelven.
―Lo siento mucho, es tarde― digo, con la respiración agitada.
Jefesito, como le decimos al dueño y jefe del lugar, me mira sobre sus enormes anteojos y sonríe de lado.
―No te preocupes― responde al fin, logrando un suspiro por mi parte.
Abro la puerta y me encuentro con la cocina en total oscuridad. Junto mis cejas, confundida, y prendo las luces.
―¡Sorpresa!― gritan todos al unísono, saltando fuera de sus escondites y logrando que me asuste.
Y entonces alguien apaga las luces y entra en la cocina, con un gran pastel en las manos.
Las pequeñas velas encendidas son lo único que ilumina la habitación.
Sarah me abraza y yo le devuelvo el abrazo pero sin mucho entusiasmo.
―¿Cómo supieron que hoy es mi cumpleaños?
―Tengo mis contactos.
Mi mirada cae en Travis, uno de los meseros del bar, y el único que sabía sobre mi cumpleaños. Él me saca la lengua y yo bufo. Me prometió que no se lo contaría a nadie.
Susurro un pequeño gracias a Sarah, pero sólo por cortesía.
Luego del vergonzoso momento en el que todos cantan el cumpleaños felíz, apago las velas y todos aplauden.
Me desago de mi bufanda y mi abrigo, para poder cortar el pastel y todos comemos un pedazo.
Luego del rápido festejo de cumpleaños, todos nos ponemos a trabajar.
Me coloco un delantal y salgo de la cocina, para comenzar a atender a los clientes.
Al ser sábado, el lugar esta bastante lleno y todos estamos corriendo de un lado al otro.
De todas formas, a las tres de la mañana, me permito tomar un pequeño descanso para fumar.
Luego de unos minutos estando afuera, Travis sale y me sonríe. Yo no sonrío.