Mi celular suena violentamente, logrando que me despierte. Abro los ojos de mala gana y miro la pantalla. Mamá.
―¡Apaga esa mierda!― grita Hannah, y me empuja tan fuerte que me caigo de la cama.
Bufo e ignoro la llamada, hasta que deja de sonar. Son recién las nueve de la mañana, y sé que no podré volver a dormir.
En cambio, mi mejor amiga ya está profundamente dormida y la escucho roncar.
Después de mirar el techo por un rato, me levanto del suelo y voy a la cocina para preparme una taza enorme de café.
Mi madre llama nuevamente, y esta vez atiendo de mala gana.
―Mamá.
―¡Alissa, hola!― grita, emocionada ―¡Feliz cumpleaños!
―Gracias― digo, sin muchos animos.
Mi madre no responde por varios segundos, en los que se forma un silencio incómodo.
―¿Necesitas algo?― pregunto.
―Hija, ¿Por qué siempre tan frustrada?― espeta con molestia.
―Mamá, no estoy de humor para pelear contigo, dime para que llamaste antes de que cuelgue.
Ella suspira, como tratando de mantener la calma.
―Quería invitarte a cenar con nosotros hoy.
―¿Hay algún motivo en particular?― pregunto.
No creo que mi mamá me invite a cenar sin sacar provecho de eso.
―¿Tú qué crees? ¡Para festejar que cumples 22 años!
―Bueno― me limito a contestar, sin aclarar que en realidad cumplo 23, para no alargar más la conversación ―¿A que hora voy?
―A las siete. Y se puntual.
―Perfecto, adiós.
―¡Y ponte un vestido!― grita, justo antes de que yo termine la llamada.
Suspiro y tomo un sorbo de café. Algunas veces desearía poder quedarme en la cama todo el día, sin hacer nada.
Hannah entra en la cocina y se dirige a la nevera, para abrirla y sacar un cartón de jugo de naranja del interior.
Lleva puesto solo una remera enorme, que le robó a mi hermano hace unos meses, y que usa como pijama.
Se da vuelta y me mira, mientras toma el jugo directamente del envase.
―Que delicada― digo con sarcasmo.
Ella me guiña un ojo, y cuando camina a mi lado me golpea en el trasero. Luego vuelve a mi habitación, a seguir durmiendo, supongo.
. . .
―¡No me abandones!― grita Hannah dramáticamente, abrazada a mi pie de forma que no puedo caminar.