Prólogo

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El bosque.

La noche era oscura, mucho más que ninguna otra que haya visto nunca, entre tanta oscuridad, el frío y la nostalgia se filtraban al corazón. Las ramas de los arboles parecían garras de enormes brazos que salían del piso, y el cielo estaba totalmente nublado y sin luna, volviendo todo el panorama aún más lúgubre y triste. Esa noche no había ruido, se podían oír los fuertes y retumbantes latidos de mi corazón, el cual pronto dejaría de luchar derrotado por actos crueles del pasado. Estaba acabada, no había lugar a dónde ir en dónde él no me encontrase y ya, ya era hora de acabar con todo este terrible miedo que a menudo me reprimía. Hoy, yo sería la bestia que tendría el control de la situación, él jamás volvería a poner sus enormes manos en mí, no mientras yo viviera y en mi cuerpo hubiera sangre. El silencio se iba agrandado a medida que me internaba en las profundidades de aquel espeso y oscuro bosque, y sabía, yo sabía que el hecho de que no hubiera ni el más remoto escandalo solo era una señal de que él venía a por mí. Ya pronto mi tormento cesaría y la bestia por fin sería derrotada, ya no podría usarme de la manera en que lo hacía. Me dolía, cada paso que daba, cada bendito paso que daba alejándome más y más del fruto de mi vientre, me dolía. Estaba consciente de que sin mí, quedaría sólo a la voluntad de dios, pero también era consciente de que conmigo ahí, nunca tendría un futuro bueno, jamás sería lo que se supone que debería ser.

El viento empezó a correr fuerte, todo se volvía cada vez más negro, las ramas se mecían de un lado para otro y los animales huían hacia todos lados. Se acercaba, ya no estaba muy lejos, debía correr. Puse toda mi concentración en poner un pie delante del otro a la mayor velocidad que fuera posible, necesitaba llegar a mi destino, necesitaba más tiempo. Entonces, entre tanto revuelo entre ramas y vientos, la lluvia empezó a caer volviéndolo todo aún más difícil. El suelo estaba encharcado y mis pasos eran cada vez menos firmes, me hacía tener que ir más de espacio. Estaba desesperada, dios no podía hacerme aquello, él sabía que tenía que llegar...

Eché un vistazo atrás y a lo lejos, se podía ver una luz roja que parecían flamas del mismo infierno. Ya estábamos cerca, la bestia estaba cerca de mí, y yo, de mi destino. Solo debía hallar la forma de ganar tiempo. El pecho me ardía y cada bocanada de aire se sentía horrible en mi garganta, las piernas me ardían y las sentía igual de pesadas que un yunque, pero de igual forma seguí corriendo, sabía que si me detenía, el dolor a comparar sería muchísimo mayor. Los arboles dejaron de estar tan cerca y entre la niebla pude distinguir el lago.

- Dios, ayúdame porque ya casi no tengo fuerzas- imploré viendo al cielo, buscando algún tipo de ayuda misericordiosa.

La lluvia que caía del cielo con mucha fuerza y que casi me impedía ver se detuvo, y por un momento, pensé que un ángel me había escuchado. Pero era todo lo contrario.

La bestia ya estaba ahí, la miré justo a los ojos y el miedo se filtró a mi alma. Maldecía cada partícula de su existencia, quería que volviera a estar en el infierno del que salió.

-Querida, no seas estúpida, no puedes maldecir a algo que está maldito por el mismísimo dios- la voz era casi un susurro, pero se oía fuerte en mis tímpanos, haciendo que cada parte de mi cuerpo se erizara. Debía y tenía la obligación de acabar con él, para eso estaba aquí.

Las gotas de agua yacían detenidas en el aire, como si cayeran en una especie de cámara lenta. Estaba perpleja, desesperada y aterrorizada. Ya no podría lograr mi cometido, no podría asesinar a quién lo merecía. La bestia se materializó en un monstruo enorme lleno de pelo, dientes y garras. Sus ojos y sus garras eran rojos cual sangre en llamas.

Lo ignoré, no debía hacerle caso a sus cochinas palabras o tendría el poder sobre mí. Seguí corriendo alejándome por fin del espeso bosque y deteniéndome al llegar frente al lago. Ahí era a donde debía ir, tenía que llegar a la cueva detrás de este, y era increíble estar tan cerca y no poder llegar al lugar del hechizo porque el monstruo estaba más cerca que nunca. Al voltear de nuevo hacia donde estaba el demonio,veo solo oscuridad y arboles, eso era solo otra señal de que quería jugar con mi mente. Quería detenerme.

The impasse (El punto muerto) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora