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Nunca imagine decir esto, pero; mamá, veo gente muerta.


Hola, mi nombre es Bea Miller y desde que tengo 11 años sueño que tengo una vida paralela en un mundo apocalíptico donde lo único que hago es sobrevivir. No tengo amigos, desde que estoy ahí no pude interactuar con nadie, solo me limitaba a correr entre los arboles huyendo de esas errantes que lo único que deseaban eran mi carne. Me llevaron a todo tipo de lugares extraños; psicólogos, brujos, gitanas, intérpretes de sueños, pero ninguno pudo dar con una solución a mi problema. Me aterraba la idea de cerrar los ojos y levantarme en la hierba, sucia, con hambre y sin mi familia.

Aunque ahora, con mis 15 años, para mi es algo totalmente normal. Acepte tener una "vida" donde lo único que hago es intentar no morirme ya que no sé qué podría pasarme si es que me dejo morder por una de esas cosas o si alguien me dispara haciendo que me desangre, posiblemente moriría en la realidad, o quien sabe cuál de las dos es la real.


—Mamá, no me siento bien como para ir a la escuela—dije entre quejos mientras me incorporaba en la cama, no había dormido absolutamente nada la noche anterior y me dolían las piernas de tanto correr dentro de mis cotidianas pesadillas.

Mi mamá me miro seria—. ¿Acaso tuviste esos sueños otra vez?

—No—mentí—. Es que me duele mucho el cuerpo, creo que estoy agarrando una gripe o algún virus que anda por el aire.

—Espero que no—miro la hora en su reloj de mano—. Y ya es tarde como para decirte que no, vuelve a dormir, llamare al instituto.


Y sin esperar más salió de mi habitación. Yo volví a taparme con las mantas y quedé mirando hacia el techo como había hecho toda la noche, hasta que poco a poco todo se iba tornando borroso y oscuro, como el cielo al caer la noche.



Abrí mis ojos rápidamente, se veían las nubes blancas y el clima era cálido. Me incorpore del frio suelo y mire a mi alrededor, todo era verde. Me pare del suelo y limpie la tierra de mi falda a cuadros desgarrada, agarre el machete cubierto de sangre que tenía tirado a un lado y acomode la mochila con provisiones en mis hombros.


Nuevamente me encontraba aquí, en medio de la nada.


Empecé a caminar hacia un punto indefinido como de costumbre, creo que entrando a este mundo era la única manera de poder salir al exterior sin tener que aguantar las insistentes llamadas de mi madre para saber cómo la estoy pasando y haciéndome acordar que debía llegar antes del anochecer a casa.

Tenía la libertad absoluta, pero con un gran peso encima; la muerte. Cualquier descuido y podía terminar siendo una de esas cosas que están en estado de descomposición caminando como si el mundo fuese suyo.

Pare en seco al escuchar las pisadas encima de las hojas secas y los leves gruñidos en unísono, mire a mi alrededor y me encontraba en medio del bosque sin un árbol cerca donde esconderme. Decidí caminar lentamente hacia atrás y volver a la zona de árboles donde me sentía más resguardada, pero era demasiado tarde, habían alrededor de 27 caminantes viniendo hacia donde me encontraba parada.

Era una mini horda, maldición.

Empecé a correr hacia mi derecha, los caminantes al instante empezaron a seguirme. Como el tiempo ha pasado estos eran lentos y no podían ni siquiera trotar, me acuerdo que en el comienzo de todo eran mucho más rápidos y hasta podían abrir puertas o levantar objetos del suelo. Agradezco a la ley de la descomposición que volvieron a esas cosas aún más inútiles de lo que ya son.

Sentí como las ramas rasgaban aún más el uniforme que solía ser de la primaria donde asistía, este me iba algo pequeño ya que habían pasado años desde aquel entonces y mi cuerpo ha cambiado. Mi camisa blanca tenia sangre y tierra al igual que mi falda, la cual me iba como cinco dedos encima de la rodilla, la corbata la usaba para ocultar una herida que tenía en el muslo izquierdo.

A lo lejos pude ver una calle de asfalto, mis ojos se iluminaron. Corrí aún más rápido sintiendo ya algo lejano los gruñidos y las pisadas de los caminantes, sentía como poco a poco mi corazón se llenaba de paz. Al llegar a la calle tropecé con una piedra y caí, raspando las palmas de las manos que usé como barrera para no estrellarme de lleno hacia el suelo.


—Mierda—me queje, sintiendo el ardor en ellas y un dolor en las muñecas.


Me pare y decidí seguir caminando por la calle de asfalto, lo veía más seguro que andar por el bosque con la posibilidad de encontrarme a una nueva horda. Es más, hasta tal vez encuentre un edificio donde ocultarme y más comida enlatada porque para ser sincera; la caza no era mi lugar.



Habían pasado como dos horas y encontré una estación de servicio abandonada. Estaba echa mierda, le faltaba un pedazo al edificio y casi toda la comida estaba descompuesta, aunque pude rescatar seis latas de arvejas y muchas botellas de agua que estaban debajo la caja registradora.

Me encerré en el baño del lugar, le puse el seguro a la puerta y me senté en la punta del sucio lugar a descansar. Era lo más seguro que tuve hasta el día de hoy, solía dormir encima de los árboles o en alguna grieta cubierta de hojas y ramas para que mi olor no se sienta y se mezcle con el de las hojas secas y la tierra mojada.

Abrí mi lata de arvejas y empecé a comer, tenía demasiada hambre. No se cómo puede ser que sienta tanta necesidad estando dormida y que al despertar este como si nada, solo sintiendo los dolores físicos sin tener las heridas.

Pero me atragante con la comida al oír el disparo de un arma.

La adrenalina empezó a correr por mis venas y el miedo se apodero de mi razón.


¿Acaso no podía una cenar en paz sentada en el suelo de un baño público que ya se escuchaban disparos de sujetos no identificados?


Tome mis cosas con rapidez y lentamente saque el seguro de la puerta. Agarre con fuerza el machete mientras con lentitud abría la puerta y miraba hacia el exterior, a lo lejos pude ver dos hombres que perseguían a uno que tenía cabello largo, un largo tapado negro y corría como si hubiese visto al mismísimo diablo.

Decidí aprovechar la ocasión y salí corriendo agachas de allí mientras me ocultaba entre las góndolas y avanzaba con inteligencia hacia mi objetivo; la carretera.

Pero todo acabo cuando sentí la fría punta de un arma en mi nuca.


—Vaya, ¿pero que tenemos aquí? –era una voz ronca, trague en seco, era un hombre—. ¿Intentabas huir?


Lentamente di la vuelta, encontrándome con un chico que aparentaba tener mi edad.


Sonreí cínica—. ¿Y tú qué crees? ¿Qué no vez bien o tu único ojo te falla? 

With just sleeping.➵carl grimes.Where stories live. Discover now