Y de repente te vi, estabas ahí, sentadita, mirando la luna. No entendí porqué lo hacías solo me senté a tu lado para intentar comprenderlo y ahí fue cuando lo noté. Ahí fue cuando noté todo. No era la luna lo que mirabas, era su brillo. El mismo brillo que yo miro en ti en este momento. Ese que nos encandila pero que no podemos dejar de mirar, entonces supe que a veces encandilarse un poco no está mal.