Caminaba por los pasillos de la secundaria, eran solitarios y mis pasos producían un gran eco. Todos se encontraban en sus clases mientras que yo iba camino a la mía.
Toqué la puerta dos veces y esta se abrió.
—Examenes, fue por ellos, entra antes de que llegue el maestro —dijo Katherin tomando mi brazo para sentarme en el mesabanco que se encontraba a lado de ella.
Una vez en nuestros respectivos asientos el maestro llegó con una pila de hojas. Las repartió a cada uno y la prueba había comenzado.
Pasaron alrededor de 30 minutos y el teléfono del maestro sonó, salí de mi concentración y lo miré fijamente. No le importó que sonara, solo lo analizaba mientras probablemente discutía mentalmente en contestar o no.
El sonido seguía y me sacaba de mis casillas.
—Solo conteste —dije entre dientes.
Este me miro mal y tomó la llamada.
—Te dije que yo no hice nada... No hice nada... Lo juro por mi madre.... Bien.. Bien... Asistiré a la audiencia... Ya voy en camino —cortó la llamada y siguió con lo suyo al igual que yo.
—La prueba se cancela, si mañana me entregan un ensayo de 20 paginas sobre lo estudiado en este mes todos obtendrán un 10 como calificación final —tomó su saco y salió a toda prisa del salón.
Todos tomamos nuestras cosas y salimos de aquel lugar.
—Hey, vamos a las canchas —habló Katherin y la seguí.
Tomamos asiento en las gradas y observamos plácidamente el entrenamiento del equipo de fútbol americano.
Kat no apartaba su mirada de Jake, el capitán.
—Adoro tu compañía —dije sarcásticamente.
—¿Qué dijiste?
—Nada.
Volteé los ojos y la rubia continuo acosando a Jake.
—Ay, Grace, no te enojes.
—No, no estoy enojada —contesté tranquila.
—Grace... —insistió.
—Si, estoy enojada, pero dime ¿qué haces aquí conmigo?
—¿De qué hablas? Somos amigas.
—Si, claro, deberías estar con Sheyla.
—¿Guardarias un secreto?— sus ojos se posaron el los mios, mientras que tomaba mi mano y la presionaba.
—Supongo —respondí.
Ella me miró dudosa pero luego se acerco a mi oído, podía escuchar su respiración y sus labios rozar con mi piel.
—Me acosté con Jake —murmuró provocando un escalofrío.
Volteé a verla y ella comenzó a chillar de la emoción.
—¿Felicidades? —dije sin prestar mucha atención.
Ese hecho no me perjudicaba en nada, eso no significaba que a otros no, por ejemplo, a Sheyla.
—¿Eso es todo? —preguntó esperando algo más de mi parte.
—¿Qué quieres que haga?, ¿ qué te de mi bendición? No, haz lo que se te plazca, a mi me viene y me va —contesté observando a cada uno de los chicos que entrenaban.
—Es una zorra —dijo refiriéndose a Sheyla.
"Pues tu también lo eres" pensé.
—Lo se, soy una hipócrita —dijo seguido de una risita descarada.
Apoyé mi cabeza en mi mano y de reojo veía la mirada de Kat en mi.
—Yo no soy quien para juzgar.
—¿No dirás nada?
Decir algo no me convenía ni me afectaba, así que realmente me daba lo mismo.
—Lo prometo.
Kat me abrazó fuertemente y yo correspondí su abrazo sin mucha emoción.
No es que no me agradará, pero siempre había preferido mi espacio.
Tal vez por eso no tenía amigas.
(...)
El día había acabado al igual que mis energías.
Todos ya se marchaban y yo me dirigía a mi auto.
El grito de una estudiante me exaltó y todos volteamos hacia dentro de la secundaria, en el pasillo principal.
Muchos corrían en busca de la chica y yo solo me apoyé en la cajuela del auto.
Otros gritos se hicieron presentes, mientras que muchos salían de nuevo de la secundaria.
Minutos después fui a ver que era lo que pasaba.
¿Por qué tanto alboroto?
Comencé adentrarme al pasillo mismo que llevaba a las canchas de fútbol.
—¡Llamen al 911! —gritaron y mi caminata pronto se convirtió en una carrera contra el tiempo.
Empujé con todas mis fuerzas las puertas y cuando estas se abrieron lo primero que vi fue un grupo de chicos amontonados.
Recorrí toda la cancha y antes de unos cuantos metros de llegar a mi destino por fin vi la razón por la cual media escuela permanecía aun en la secundaria.
Una chica colgada en el poste de gol.
Una chica muerta.
