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2 Julio 2017

A medida que nos vamos acercando a Blüdhaven el vagón se va llenando más. Soy una persona que se agobia muy fácilmente, y me está poniendo más nerviosa no poder controlar todas mis pertenencias. Me da la sensación de que me están quitando cosas, aunque de momento parece que no es cierto (creo que ésta será la nueva paranoia que tiene la ciudad).

Doy gracias cuando avisan de que quedan dos paradas para llegar a la estación y empiezo a recoger todas las cosas. Intento deducir como voy a salir, espero que la gran mayoría siga de largo... sería el colmo que encima bajase todo el vagón detrás mía.

-- Perdona, ¿necesitas ayuda?

Una chica de tez morena y con el pelo azul me sonríe mientras hace un gesto con las manos para coger las maletas.

Me muestro indecisa y ella responde con una sonrisa.

-- No te preocupes, no te voy a quitar nada.

-- Eso lo diría alguien que quiere quitarme algo. Creo que me las puedo apañar perfectamente sola.

-- Sin problema entonces, disfruta de Blüdhaven, tengo la sensación de que más adelante me dirás qué te ha parecido...

La miro extrañada. La voz de lo que parece ser una mujer dice algo completamente intelible. Intuyendo que ha dicho que la siguiente es nuestra parada, cojo la maleta grande y las dos medianas (una sobre la otra), con el bolso apretado contra la cintura y me dirijo a las puertas del vagón. Entre empujones, arañazos y ninguna palabra de arrepentimiento consigo salir al exterior y respiro aire limpio de nuevo.

Estoy desubicacada y me aparto a un sitio donde parece que no molesto. Saco el teléfono permito y busco un mapa. Al parecer hay un pequeño parque cerca de mi nueva casa, por lo que decido terminar de salir del metro y comer allí. No voy mal de tiempo, por lo que mando un mensaje a mi casero.

Estoy en el parque cercano a la Estación Central. Soy Abigail Lay.

-- En unos minutos estoy...

¿Habré sido muy brusca?

Termino mi sándwich mientras escucho el barullo de la ciudad. Unos niños que están cerca llaman mi atención. No sé porqué pero no me inspiran confianza, aunque... son sólo niños, ¿porque me siento tan vulnerable aquí? Debe de ser parte del encanto de Blüdhaven.

Se acercan un niño y una niña risueños. Me miran con unos ojos enormes, endulzados con una sonrisa de oreja a oreja. Les devuelvo el saludo con una sonrisa tímida. ¿Quieren comida? ¿Dinero?

Un brillo los delata.

Con un movimiento rápido cogen una de las maletas y salen a corriendo compartiendo el peso del botín.

Empiezo la carrera, pero tengo que volver a por mis maletas. Reanudo la persecución, pero con ellos aún más ventaja.

-- ¡Esa maleta es mía! --nadie responde-- ¡Son unos ladrones! ¡¡¡Ayuda!!!

La gente parece empezar a reaccionar, pero para sacar los móviles y grabarme. Maldigo entre dientes.

-- ¡¡¡Parad!!! --los niños se acercan a un cruce. Si pasan a la acera de enfrente es posible que no recupere la maleta-- Renacuajos --miran hacia atrás--, ¡eso es mío!

Aprieto el ritmo tirando de mis cosas. El sonido de un derrape alerta de un coche que se acerca a demasiada velocidad y no tiene pinta de pararse. Parece que los niños no lo ven porque siguen con su huida.

Suelto las cosas e intento correr más rápido. Agarro del hombro al primero pero la pequeña se escapa. Lanzo al niño hacia la acera de enfrente mientras salto de vuelta a por la niña. No me va a dar tiempo. La empujo en el aire y veo como se cae en zona segura.

Cierro los ojos esperando el golpe que no llega.

Me quedo unos segundos quieta, analizando lo que acaba de ocurrir. La voz de dos mujeres suenan obligándome a levantar la cabeza. Al parecer una es una vagabunda, madre de los dos ladrones; la otra es una policía que estaba siendo distraída por la madre.

Antes de antenderlas me giro hasta estar boca arriba para poder suspirar y ver si puede ser mejor el primer dia en Blüdhaven.


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