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Hay días en los que Harry no se siente Harry.

Días en los que su camisa le incomoda, el dobladillo le aprieta las muñecas y su gorra de lana le da picazón.

Días en los que siente que las personas lo miran más. Y no de buena manera. Como si su mayor inseguridad estuviera expuesta. Como si llevara la palabra 'Mudo' escrita en su frente.

Días en los que su apartamento se siente tres veces más grande y no encuentra rincón en el cual sentirse a salvo.

Días en los que la soledad, de quien creyó ser amigo, lo abraza de la peor manera.


Y lo peor, es que conoce perfectamente el antídoto a todos estos males.


Ella.


¿Quién es ella? No la conoce, pero al mismo tiempo la conoce a la perfección.


No era su novia, ni su amiga, ni siquiera una conocida.


No sabe su nombre, pero sabe como toma el chocolate caliente. Mediano con crema, cuando llega de buen humor le agrega malvaviscos.


No sabe su edad, pero sabe que el suéter azul cielo con la palabra 'art' escrita en una delicada cursiva color blanco es su favorito. Lo usa al menos dos veces en la semana y siempre dobla sus mangas con cuidado mientras espera que le entreguen su pedido.


Tampoco sabe qué estudia o dónde trabaja, pero sabe que le gusta escribir. De reojo observa como divaga sin un orden o una estructura predeterminada en su cuaderno. Su lápiz flota sobre las blancas páginas sin detenerse a pensar un segundo qué vendrá después. Simplemente lo deja ser.

Ésta última debe ser su favorita. Le recuerda a él mismo, y a su forma de llenar su cuerpo de tinta. Se pregunta si ella también tendrá tatuajes. Después de todo, ellos comparten eso, arte. Si solo ella lo supiera...

Por este motivo siempre elige la misma mesa en el mismo café. Aquella del lado de la puerta, en el fondo. Desde ese rincón él puede verla llegar, hacer su pedido y observarla mientras le regala su tiempo a ese viejo café. Harry se pregunta qué necesita para ser objeto de su tiempo.

A veces viene con amigos. Momento en el que disfruta de su voz. Aquel tono ni tan agudo pero lejos de ser grave entra como música en sus oídos.

Le gusta la forma en que los trata con total naturalidad. Todo parece fluir en ella por la manera en la que no premedita lo que dirá después. Es estúpido, piensa Harry, pero las personas ya no viven en el instante. Todo en su mundo parece tan armado, tan predeterminado... Todos a su alrededor parecen así.

Pero ahí está ella. Que no piensa antes de soltar una carcajada, tampoco antes de fruncir el ceño y protestar, ella solo vive, solo es. Todo es tan espontáneo cuando está ella.

En el fondo, él desearía parecérsele un poco más.

Pero, una vez más, sabe que no es posible.


Es viernes y el sonido de las gotas golpear las ventanas del café es la única interrupción que tiene el silencio.

Harry se encuentra en su lugar usual. La chica de cabello castaño con mechas rosas se encuentra atendiendo y además de ellos dos, solo hay un muchacho de su edad conectado a su computadora.

El mundo es gris en ocasiones así.

¿Por qué? Porque ahora sabe cómo luce un mundo colorido. Y eso es, cuando ella está allí.

Son seis y media cuando la puerta chilla suavemente y un par de botas negras golpea el felpudo de la entrada.

Los pequeños pies dan unos cuantos golpes para sacudir las gotas antes de entrar al café.

Mudo - h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora