No puedo más es un viaje crudo y emotivo a través de la mente de Alis, una joven de 16 años que ha aprendido a tragarse su dolor para proteger a quienes ama, sin darse cuenta de que ese silencio la está destruyendo por dentro. En un relato íntimo y...
Tengo tanto guardado, desde hace años... y no quiero sacarlo porque me da miedo lastimar a los que amo. Estúpido, ¿no? Porque, al final, soy yo quien se está haciendo daño.
¿Cómo lo sé? Porque ya no puedo más...
Me estoy ahogando en un vaso de agua, uno que yo misma creé para proteger a los demás, para protegerlos de mí.
¿Quién soy? No sé si importa. Digamos que me llamo Alis. Tengo 16 años, y estos no han sido los mejores años de mi vida. Pero tampoco me atrevo a quejarme; sé que hay otros que la han pasado peor. Aun así, necesito hablar, necesito contar mi historia, o mejor dicho, desahogar lo que llevo dentro, porque esta mierda a la que llaman vida me está consumiendo.
Empecemos desde el principio...
Desde que comencé a guardarme TODO, desde que decidí que era mejor callar.
Tenía 10 años cuando mis hermanas se decepcionaron de mí. Todo por cometer el terrible error de ser yo misma. Esa tarde, mi madre me estaba gritando por haber hecho algo mal, y mis hermanas estaban ahí, mirando, sin decir una palabra, sin siquiera intentar protegerme. En ese momento, más que nunca, las necesitaba... Me sentía miserable, especialmente con las palabras llenas de veneno que salían de la boca de mi madre. Pero, ¿quién no se sentiría así cuando te dicen que no sirves para nada, que todo lo haces mal, que eres una fracasada?
Yo no era la excepción. Me sentía exactamente así, decepcionada de mis hermanas por no ayudarme, por reírse a mi costa. ¿Por qué les parecía gracioso? Me preguntaba una y otra vez. ¿Por qué no me ayudaban? ¿Por qué disfrutaban de mi humillación? ¿Acaso no me querían? ¿Y qué hay de las veces en que yo las defendí, aun siendo la menor? ¿De las veces que cargué con la culpa para que ellas no tuvieran que enfrentar las consecuencias?
Y exploté... No pude contenerlo más. ¡Joder! ¿Por qué lo dije? Todo salió de mi boca en un torrente de dolor, con lágrimas llenándome los ojos. Les dije que las había defendido cuando tenían problemas, que me dolía que no me protegieran... Les confesé lo que pensaba, y en ese instante, me arrepentí.
Ellas, junto a mi madre, que seguía furiosa, se echaron a reír. Como si lo que acababa de decir fuera la cosa más absurda y divertida del mundo. Como si mis sentimientos fueran una broma, como si mi dolor no significara nada. En ese momento, algo dentro de mí se rompió. Prometí no volver a decir lo que sentía, porque solo serviría para que se rieran de mí, porque a nadie le importaba...
Ese día, con la cabeza agachada y las lágrimas corriendo por mis mejillas, hice una promesa. Prometí no decir nunca más lo que me dolía, no hablar de lo que me hacía mal, no mostrar mis sentimientos.
Y lo más importante... me prometí no llorar más, especialmente frente a otros. Llorar no servía de nada... solo mostraba lo débil que era, lo vulnerable que me había vuelto. Y eso era lo último que quería. No, simplemente, no lo quería.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.