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Era una rutina.

Ir a la biblioteca, tomar cualquier libro grueso y observar al mayor.

Era difícil, leer nunca le había gustado, si era posible, lo evitaba.

Si su madre lo viera estaría orgullosa, que tuviera un libro entre sus manos era un milagro.

Tenía mucho sueño pues la noche anterior se quedo despierto jugando en línea con Sicheng y un japonés que se les unió después. Sus ojos se cerraban por si solos a pesar de que trabajaba duro para mantenerlos abiertos.

Cuando despertó, su cabeza estaba recostada sobre el libro y un suéter feo de color verde lo cubría. Estaba agradecido ya que sin el tendría frío, pero eso no quitaba el hecho de que fuese feo.

Dong Young ya no estaba frente a él, probablemente se fue un par de horas atrás.

—Despierta niño.

Recibió un ligero golpe en la nuca. La señora de la recepción le miraba.
Se disculpó apenado y le entrego el suéter porque no sabía a quién le pertenecía.

Salió de la biblioteca y corrió—literalmente—hacia su casa. Tenía que llegar antes que su papá para evitar ser castigado, era su cumpleaños y cenarian  juntos.

Se detuvo al cruzar el parque.
En el tobogán había un niño pequeño que reía mientras parecía correr de alguien, iba hacia él y se escondió detrás de sus piernas.
Sonrió, los niños le agradaban.

A un costado del tobogán observó una figura conocida.

Debía de estar dormido aún, porque eso no podía estar pasando.

Al parecer Dong Young jugaba con el niño.

—¡Dong Min! ¡Ven acá!

—No quiero.

El mayor le miraba apenado, ¡Lo miraba! Todo se detuvo alrededor, después del accidente en el que tiró sus libros esta vez era capaz de ver sus bonitos ojos de nuevo.

—Si no vienes le diré a tu papá.

El niño dejó de abrazar sus piernas y fue a un lado del castaño.

—Me disculpó, el suele ser así.

Si, estaba soñando. ¿Cómo estaba seguro? Dong Young le sonreía, a él.

—Entiendo.

Su celular comenzó a sonar.

—¿Mamá?

—Si no te das prisa estarás castigado por el resto del año, tu papá viene en camino.

Ante la atenta vista del niño y Dong Young, comenzó a correr hacia su casa.

Su corazón parecía querer salir de su pecho, no sabía si era porque Dong Young al fin le había hablado—aun que fuera para pedir disculpas— o si se debía a que estuvo corriendo.

Lo importante era que Dong Young le habló.

Entre Libros 📚 𝙅𝙖𝙚𝙙𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora