En mis sueños

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¿Cuándo fue la última vez que pensé en lo que había soñado?, simplemente no puedo recordarlo. Todo pasa tan deprisa; los días son más cortos gracias al invierno que nos golpea con sus ráfagas de frío congelado, y desde que despertamos hasta que nos acostamos podrían haber pasado 20 horas tranquilamente. Aunque "tranquilamente" no es la palabra que escogería; entre reuniones de consejo, entre planificaciones de batallas, defensa y contingencias, entre el resguardo de asentamientos y rescate de personas, y sobre todo, enfrentarnos directamente en batalla a los Caminantes Blancos, nos sentimos agotados mental y físicamente, más de lo que quisiéramos admitir.

Hace mucho que no creo soñar porque hace mucho que, al igual que yo, nadie duerme con la intranquilidad que alberga la noche. Hace mucho que ya nadie sueña porque no hay tiempo para soñar cuando la realidad es tan cruel y aplastante.

Y sin embargo, ahí está ella, luchando con sus ganas de dormir mientras trata de escribir algo en un pergamino. Le dije que no hacía falta que se quedase, que podía ir a acostarse porque mañana era un día importante, pero es más testaruda que nadie y cuando se le mete una idea en la cabeza, ni los Dioses Antiguos y Nuevos podrían hacerla cambiar de opinión. Entre cabezadas de Daenerys, me pregunto si alguna vez soñé con este momento, no con la idea de combatir Caminantes blancos, ni con la idea de ser Rey del Norte ya que hace mucho había desechado esa idea, sino con el momento de irte a acostar y que haya alguien esperándote en la misma cama, o con alguien que te dispute la propiedad de las mantas y el espacio a ocupar en el lecho, alguien que se despierte antes que tú cuando sabe que tienes que madrugar. Son pequeñas cosas que comparto ahora con alguien más, pero que no recuerdo haber soñado alguna vez. Pequeñas cosas que deseo que se repitan a menudo aunque la situación que estamos viviendo no lo permita.

Con pasos sigilosos me acerco a donde estaba Daenerys, que tenía apoyada la cabeza en sus brazos cruzados que estaban encima la mesa. Al parecer el sueño la había vencido, y mientras decidía si despertarla del todo o llevarla en brazos hasta nuestros aposentos, escucho su voz:

- Pensaba que te quedarías más tiempo observándome. – Su cabeza aún estaba apoyada en sus brazos.

- Y yo pensaba que estabas dormida. – Respondo con chanza.

- Pues menos pensar y más trabajar, seguramente pronto amanezca y ya llevas varios días sin dormir bien, esto te pasa por no saber delegar.

Ahí estaba otra vez, esa forma que tiene de preocuparse por mí, cuando suelta reproches en forma de enfado pero que lo dice con certeza y cariño.

Se levanta de la silla con pasividad y estirando los brazos como un gato remolón. Está dudosa y trata de calmar la situación, pronto me dirá algo que a lo mejor sabe que no es el momento para hacerlo, se me hace fácil leer a través de sus gestos, es como un libro abierto que solo puede leerlo mis ojos.

- ¿En qué estabas pensando? – lo dice con parsimonia– Estabas con la mirada perdida y la mente dispersa, ¿qué te preocupa?

Y mientras me dice eso, apoyo mi cuerpo en la mesa donde ella estaba. Dulcemente me acaricia el rostro, pasando sus dedos cálidos por mis ojos y las ojeras que sabía que resaltaban a simple vista.

- ¿Qué es lo que tanto te preocupa que te impide dormir? – aleja su mano de mi rostro mientras me busca con su mirada – sabes que puedes decírmelo.

- En realidad no es que esté preocupado por algo, sino que... desde hace unos días no hago más que pensar en cómo ha cambiado mi vida, nuestras vidas. Siento que las cosas van tan deprisa que no me da tiempo a pensar en ello.

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