Capítulo 9: ¿100 deprisa o 50 despacio?

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Estaba volando en un campo de chucherías y árboles de algodón de azúcar. El sol brillaba cálido en lo alto, y aunque el suelo estaba hecho de chocolate, no se derretía. Había un inmenso lago de Coca-Cola. Extendí una mano para alcanzar un trozo de algodón, cuando se deshizo entre mis manos, y el sol se escondió y volvió la lluvia. Hacía frío, y alguien me llamaba desde lejos. El grito se hacía más fuerte a medida que pasaba el tiempo.

- ¡Drew! - abrí los ojos completamente, y me encontré todo un mechón de pelo rubio en mi cara. Pestañee varias veces, hasta enfocar unos ojos azules, unas cuantas pecas y unos labios que esbozaban una sonrisa traviesa.

- ¿Emma? - solté un gruñido. La cabeza me martilleaba. - ¿Por qué estoy mojado...?

Ella se rió, y yo le gruñí de nuevo.

- ¿Cuándo te di permiso para mojarme? ¿Y por qué me duele tanto la cabeza?

- Se llama resaca. ¿Te acuerdas acaso de algo de lo de ayer? - dijo, mientras me levantaba del sofá, con mucha dificultad.

- Sí me acuerdo. Pero creo que no es solo resaca. Además de que me duela la cabeza, me siento un poco mareado. Y con ganas de...

Corrí hacia el baño, suerte que llegué a tiempo. Y, sin eufemismos, eché toda la pota. No sabía que me había sentado tan mal de ayer. Emma se acercó, pero no entro. El olor era lo suficientemente fétido como para que se quedase fuera.

- ¿Drew? ¿Estás bien? - dijo desde la puerta. - ¿Quieres que te vaya a sujetar el pelo?

Reí levemente ante su broma, después de que me viniera otra oleada de náuseas.

- Creo que tengo gastroenteritis. Debería haber pastillas en el cajón de la cómoda de madera de la cocina.

Me intenté levantar, y corriendo Emma vino a ayudarme. Me trasladó otra vez al sofá, donde el mareo se intensificó. Ella desapareció por la puerta del salón, trayendo más tarde un poco de agua y unas cuántas pastillas, que ingerí sin ni siquiera agua.

- ¿Cómo puedes hacer eso? - dijo, aún sosteniendo el vaso. Me encogí de hombros, aún tumbado en el sofá.

- Mi madre dice que es mejor. Y las madres siempre tienen la razón. - dije, levantándome por segunda vez del sofá. La mano de Emma me detuvo esta vez.

- No hace falta que te levantes. Yo te traigo todo lo que quieras. - dice, y yo intento rebatirle, pero no me sale nada que decirle. - ¿Puedo usar tu cocina?

Asiento con dificultad, y ella se va. Oigo el sonido de las ollas, debe estar sacándolas. Me quedo ahí parado, ni siquiera tengo el mando de la televisión para encenderla, ni mi móvil para ver Instagram ni nada. Al menos estaba rodeado de cojines y mantas, lo que hacía que el día lluvioso que hacía se pasase más rápido y ameno. Encima, Emma me estaba preparando algo que seguro estaba riquísimo.

El sonido de un plato cayendo me sacó de mis pensamientos. Después, oí a Emma murmurar en bajo. Y, para finalizar, la oí soltar un "Mierda" del todo. Me levanté, preocupado, de un salto. No sé ni cómo estaba llegando a la cocina, porque la cabeza me tambaleaba con cada paso que daba. Sentía como si hubieran metido una batidora en mi cerebro, pero aún así seguí caminando.

Sin embargo, antes de poder incluso abrir la puerta, mis piernas me fallaron. Lo último que pude ver fue como mi cabeza se dirigía a una velocidad vertiginosa al suelo.

∆•∆

Otra vez me dolía inexplicablemente fuerte la cabeza. Estaba en el sofá, cubierto por varias mantas, casi sepultado. Un aroma delicioso inundaba mis fosas nasales, haciendo que mi boca empezase a salivar. El temporal no había amainado, seguía habiendo una tormenta fuerte. Y pensar que anoche estaba relativamente despejado. Oí un trueno, y di gracias a no tener que salir en todo el domingo.

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⏰ Última actualización: Jul 12, 2017 ⏰

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Fdo: La chica GafapastaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora