Día 4

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Día 4: Amor a primera vista.

Las horas pasan, el tiempo avanza y el día poco a poco acaba. Así es la constante rutina en su monótona vida. Se despierta, va a trabajar, regresa a casa y se prepara para el mañana. No es que le moleste la rutina, en lo absoluto, él está acostumbrado a vivir de esa forma pero hay ocasiones en la que seguir ese itinerario le llega a asfixiar. Justo como hoy.

Ahora se encuentra sentado en un café, esperando a ser atendido. Dirige su mirada a la ventana. "Al parecer lloverá pronto" piensa al percatarse del grisáceo cielo y no puede hacer más que lamentarse por no haber cargado un paraguas consigo.

Voltea a todas partes esperando al mesero pero por lo visto, nadie piensa atenderlo. Suspira y se levanta un poco molesto por el mal trato, está dispuesto a irse, sin embargo, una voz le detiene.

-Espere por favor. -le habla un chico con notorio nerviosismo mientras se acerca a su mesa. -Lamento la tardanza.

Asiente con cierta desaprobación y vuelve a tomar su asiento. Dirige su atención a aquel muchacho y analiza cada detalle de él. Observa lo  pálida que es su piel, justo como si fuera de porcelana, sus cabellos claros y con una tonalidad única y finalmente se encuentra con sus ojos que al instante le atraen. Estos son grande, con cierto aire que le recuerdan a un felino y poseen un brillo único que simplemente le fascina.

-¿Qué es lo que gusta ordenar, señor? -le pregunta el joven aún avergonzado por la innecesaria espera. En ese momento reacciona y mantiene su compostura.

-Un expreso. -contesta con su grave y baja voz. El chico espera un poco más pensando en que ordenará otra cosa, pero al ver que no es así, hace una ligera reverencia y se va a preparar su café.

Mientras se aleja, él le mira con sigilo y memoriza su delgada silueta. No sabe cuál es la razón pero ese chico ha llamado su atención y se siente interesado en él.

Pasa poco tiempo y el empleado regresa cargando una bandeja. Coloca en su mesa una pequeña taza y frente a ella una tarta de frutos rojos.

Al ver que no es lo que pidió no puede evitar hacer una cara de disgusto, la cual no pasa desapercibida por el menor.

-¿S-sucede algo, señor? -pregunta haciendo evidente que es inexperto para ese tipo de ocasiones.

En ese momento, las miradas de ambos se vuelven a encontrar y decide aprovechar la oportunidad.

Niega con la cabeza y señala la tarta. -Yo no pedí esto. -dice sin rodeos mientras se castiga mentalmente por la forma tan golpeada en la que habla.

-Lo sé. -suelta automáticamente el mesero y al percatarse de su respuesta, los nervios lo dominan. -Quiero decir...no es que...a lo que me refiero es que...-suspira pesadamente y agacha su cabeza. -Cortesía de la casa. Ya sabe...por hacerlo esperar.

Al verlo de esa manera no puede evitar sonreír ligeramente, aunque el otro no lo nota. Al parecer estaba en lo cierto, ese chico es un empleado nuevo y aún está en entrenamiento.

-Está bien. -trata de hacer que su voz suene tranquila y nota como el otro se relaja.

-Bueno, si se le ofrece algo más puede llamarme. -se inclina ante él y camina hacia la cocina, pero no avanza demasiado pues su cliente le llama.

-¿Cuál es tu nombre? -finalmente se atreve a preguntar y observa como el otro se voltea y le sonríe cálidamente.

-Atsushi, Nakajima Atsushi. -su corazón se acelera al escucharlo y comprende que eso es lo que llamarían "amor a primera vista". -¿Puedo preguntar el suyo? -comenta tímidamente el muchacho con cierta ilusión.

-Akutagawa Ryūnosuke. -contesta mientras extiende su mano. -Es un placer.

-El placeres mío. -estrecha su mano y ambos sienten una pequeña descarga en su cuerpo.

Desde ese entonces, la vida de los dos estaría entrelazada.

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