PAIN [Billdip] [Rewritten Version]

Pasos lentos

-♣.

Cerré el libro que traía entre las manos, y lo dejé en la hierba fresca, que se mecía con la suave brisa fría del otoño, respiré hondo y me dejé caer, viendo el cielo que me abrazaba con un azúl opaco.

¿Y ahora qué diablos haré?  Cerré los ojos en un intento de borrar ese pensamiento de mi mente, pero una y otra vez se colaba la imagen de una Mabbel y un "Leeroy" besándose y acariciándose sin discreción alguna, sentí el asco subirme por la garganta y dejarme un mal sabor de boca. Debía dejar de torturarme.

—Dipper. ¿Qué haces aquí?— habló la voz de mi tio, que se sentaba junto a mi y le daba un largo sorbo a su cerveza

—Nada, supongo

—¿Nada? Eres muy intelectual para hacer ese tipo de cosas

Sonreí de medio lado, quizás debería pedirle un consejo, de todas formas no tengo nada qué perder

—Si... Si te gustara alguien, pero ese alguien le gusta a una persona cercana a ti... ¿que harías?

—Pues Dipper, a veces hay que hacer sacrificios por la felicidad, ya sea nuestra o la de los demás

—¿A qué te refieres?

—La felicidad trae efectos colaterales— le dio un sorbo a la lata y la dejó a su lado— nuestra alegría es la tristeza de otros, depende de nosotros seguir y ser felices o renunciar y permitir ser feliz a otro.

—¿Haz vivido algo así?

—Te mentiría si te digo que no, Dipper

—¿Y que hiciste?

«Yo...

Me miró fijamente, y sonrió de lado. Luego se levantó y se fue caminando, sin volverme a ver más. Posé mi mirada en la lata vacía y entonces lo comprendí

«Yo la dejé ir, e hice a otro feliz»

Tragué fuerte, y dejé escapar un sonoro suspiro, mientras me levantaba y me iba a la casa nuevamente.

∆•♣

Con pasos suaves Bill se adentró a la habitación de Dipper, que se hallaba totalmente a oscuras, ¿y como no? Si eran las tres y cuarenta de la madrugada, y todos dormían profundamente, menos el castaño.

—¿Qué diablos haces aquí? - susurró en tono firme, al levantarse de un salto de la cama y abanzar hasta él

Bill tomó sus muñecas cuando el menor intentó empujarlo fuera de su habitación, y lo miró fijamente a los ojos. Dipper se detuvo, y dio un paso atrás.

—¿Qué pasa?—Dipper tragó hondo y lo soltó.

—Bill. He decido que no vale la pena destrozarme el corazón por alguien como tú. No quiero que te vuelvas a acercar a mí

—¿Qu-que?

—Lo que escuchaste. Deberías dejar de correr detrás de alguien que no te ve y empezar a ver quién corre detrás de ti

Y ya no había vuelta atrás, ya no habría nada. Y si alguna vez hubo la posibilidad de que se amaran, se había extinguido, junto con la última gota de esperanza que nacía del corazón de Dipper.

—Te voy a pedir que te marches.

Dipper se dio la vuelta y mientras Bill, aún estupefacto por el rechazo repentino de su Pine Tree, salía de la habitación no se percató del mar de lágrimas que transcurrían en el rostro del pequeño.