ϟ 39. James Sirius Potter

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Just tell her

James Sirius llevaba una radiante sonrisa en el rostro mientras la observaba, distraída, mordiendo el interior de su mejilla sumida en sus pensamientos.
—¡Mira eso! No puedo creer que Ian Simons no note que existo —se quejó señalando hacia la mesa de Ravenclaw, y James dejó de sonreír—. Hoy me he puesto ese lápiz labial tan lindo que me regalaste, y ni siquiera me miró en Adivinación.

—Déjalo ya Esme, te he dicho que no vale la pena. Simons es un idiota —respondió. El pecho le hirvió de rabia.

—Pero es tan guapo y atlético. No entiendo por qué nota a todas las chicas de Hogwarts menos a mi —la pelinegra hundió la cabeza en los hombros y James suspiró—. ¿Soy en serio tan fea?

James volvió a prestarle atención, y las mariposas en su estómago revolotearon con demasiada fuerza.

Las palabras se le atoraron en la garganta y no pudo más que balbucear

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Las palabras se le atoraron en la garganta y no pudo más que balbucear. Esmeralda Morgan sopló un rizo que le escapó a la cara.
—Vale, entiendo. No me respondas nada.

—¡No, no! Esme, yo quería decir que...—tragó saliva—. Eres la chica más hermosa que he visto en la vida.

Esmeralda se llevó una mano al pecho, conmovida.
—Gracias por ser mi mejor amigo Jamie, no sabría qué hacer sin ti.

—Sí, mejor amigomurmuró para sí mismo.

¿Cómo era posible que no pudiera darse cuenta de que, James Sirius estaba perdidamente enamorado de ella? No entendía qué hacía interesada en un chico como Ian: arrogante, inmaduro y mujeriego. Era un asco, y también demasiado tonto para darse cuenta de que una chica tan linda estaba volada por él. Aunque Potter deseaba con fervor que siguiera así, porque si aún no tenía oportunidad con ella, que hizo migas desde primer año, no las tendría jamás si Ian se acercaba. De todas maneras, no se atrevía a confesar lo que sentía. Esmeralda era demasiado importante para él como para arruinar su amistad de siete años.

—Ya sé, le diré a Victorie que le hable cosas buenas de mi —exclamó y su rostro se iluminó.

James resopló, lleno de rabia. Observó a Esmeralda salir corriendo del Gran Comedor quién sabe a dónde.

(...)

Era el fin de una semana bastante ajetreada. Esmeralda y James estaban recostados en la alfombra de la sala común, comiendo bombones de chocolate y discutiendo las respuestas de su último examen.

—James, ¿cómo pudiste olvidarlo? ¡Los huevos congelados de la ashwinder sirven para pociones de amor y remedios contra la fiebre! Lo repasamos juntos esta mañana.

—Bueno, creo que reprobaré Cuidado de Criaturas Mágicas esta vez. Eres una mala tutora —la chica le dio un golpe en el hombro y él rió—. Y, hablando de serpientes delgadas y horribles... ¿por qué estabas hablando con Ian Simons en el descanso?

Harry Potter: Things || EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora