Capítulo 5

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Tomé una playera tirada en el piso alfombrado de mi cuarto y fui a casa de Alice. No le dije nada a Alan, solo desaparecí, ni siquiera recuerdo si cerré la puerta.

Llegué a casa de Alice, ella me esperaba afuera de su puerta, sentada. Cuando me vio llegar corrió hacía mí y me abrazó. Obviamente le correspondí el abrazo. No podía reconocer a Alice, nunca en mi vida la había visto llorar o la había visto tan vulnerable. Todo el que haya conocido a Alice por más de cinco minutos se daría cuenta de que ella era una persona que jamás se mostraría vulnerable o triste, o que ella era una persona que jamás gastaría su tiempo en pedirle la ayuda a alguien.

Sin embargo allí estaba, abrazándome con toda la fuerza que sus delgados y pálidos brazos le permitían, con su cabello largo y rubio cubriéndole la cara para que no se vieran las lágrimas caer de sus ojos azules. Me destroza verla así. No sabía qué hacer o decir, solo sabía que Alice me necesitaba, que ella tenía razones para necesitar a alguien. Esas razones que la lastimaban, que la atormentaban, que la inquietaban y que hacían su vida una miseria. Pero más me destroza saber que yo era parte de esas razones.

Estuvimos en silencio, abrazados por lo que estimo fueron unas dos horas. Después el viejo de Alice llegó a su casa y Alice me pidió que me fuera. Ella no quería que su viejo tratara de golpearme o algo por el estilo. Después regresé caminando a casa.

Cuando llegué el auto de mi viejo se encontraba estacionado afuera de mi casa. Entré, mi viejo y Alan comían pizza, los dos sentados en el sofá y viendo algún aburrido juego por televisión.

Al parecer mi viejo ya no me necesita más, nuestra pequeña tradición ya no era requerida ahora que Alan estaba aquí. Cuando mi viejo se había percatado de mi presencia, yo ya había empezado a subir las escaleras. Él me preguntaba o mejor dicho me gritaba: ¡¿Dónde habías estado?! ¡Tu hermano está aquí y ni siquiera lo saludas! ¡Te irás a la cama sin cenar cabrón! Siguió gritándome unas cuantas cosas pero ya había cerrado la puerta de mi cuarto.

Me desplome en mi cama y lentamente me quedé dormido.

Siempre he tenido claro mi futuro. Voy a ser exitosa, famosa y reconocida. En pocas palabras, voy a ser una estrella. Y no juego. Desde que era niña tomé clases de canto, ballet, pintura, actuación, piano, violin, ukelele, etc. También tomé una clase de feminismo (porque era obligatoria). Aprendí cosas importantes en esa clase como; Todas las mujeres poderosas y exitosas en la historia tienen algo en común.

Le patearon el trasero a cualquiera que se interpuso en su camino. Si no me creen miren a Cleopatra, Juana de Arco, Madonna.

También he mantenido un promedio de 9 a 9.5 durante todo mi historial académico. Estoy en el club de costura, en el coro y en el de artes. Intento que la presidenta del club Emily Thompson se convierta en mi mejor amiga, así cuando ella se gradúe me dejará el puesto a mi (de todas formas los demás en el club son unos inútiles), siendo la presidenta del club cuando me gradúe tendré más posibilidades de entrar a cualquier universidad de prestigio.

Y por lo tanto estaré más cerca de convertirme en una gran estrella. Soy una buena chica, la viva imagen de la estudiante perfecta. Es por eso que no entiendo ¿qué demonios hago en la escuela un domingo por la mañana?

En la tarde del sábado pasado, mis padres recibieron una llamada de mi escuela diciendo que se tenían que reunir con el director de mi instituto. Pero mis padres tenían mejores cosas que hacer así que me mandaron en su nombre.

El profesor Johnson (aún con su cabello azul, gracias a una broma hecha por el inmaduro de Logan) salió de la oficina del director y me indico que entrará.

Fastidiada, acomode mi bolso y caminé hasta la oficina. El señor Johnson cerró la puerta y nos dejó al director Hernández (un hombre con descendencia latina, mal aliento y que ha dirigido esta escuela desde la muerte de Kurt Cobain) y a mí en completa soledad.

I'm not a humanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora