De la acción al desenfreno

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Al estar frente a mi, Camila me agarro las nalgas con sus dos manos; las apretó a su antojo observando las expresiones de placer que manifestaba mi rostro. Pensé que Lauren iba a ocupar el anterior puesto de Camila; sin embargo, detrás de mi se escuchaba el ruido del closet al abrirlo; supongo que Lauren estaba buscando algo, pero no sabría qué.

Camila sacándome de mis pensamientos, me penetró con dos de sus dedos. Gemí como una hembra en celo que al fin es poseída por su macho. Escondí mi cabeza en su cuello, intentando aplacar mis quejidos mordiendo esa zona. Al parecer ella no quería que la mordiera, pues con su mano izquierda agarró mi cabello fuertemente y llevó mi rostro hasta el alcance de su vista.

   – Me encanta ver tus expresiones al cogerte –manifestó con una sonrisa maliciosa en su rostro–.  Te ves hermosa y me dan ganas de hacerlo más duro –dicho eso, me mordió el labio inferior y aumentó sus movimientos en mi interior, masajeando mi clítoris con su pulgar–.

   – ¡No pares!... sólo, sigue... Mmmm –supliqué respirando erráticamente–.

   – No lo haré, bebe.

Su mano izquierda, que anteriormente estaba en mi cabello, descendió por mi espalda. Continuando con el ritmo de sus penetraciones en mi sexo, caminó conmigo lentamente hasta acostarme en una de las camas. Su cuerpo, que aún conservaba el pijama de bananas, estaba encima de mi, y su hermosa y delicada mano derecha se adueñaba de mi interior al pasar los segundos.

Camila besaba mis labios, pero no podía corresponderle de la misma manera porque su mano estaba haciendo estragos en mi centro. Dejó mis labios y procedió a besar mi cuello: lo mordía, chupaba y lamía como si se tratase de un dulce. Continuó su recorrido hasta la línea de mis pechos, en donde se apropio del derecho y empezó a jugar con su lengua y dientes sobre él, provocando una oleada de escalofríos dirigidos a mi sexo.

Por instinto, mis caderas se movían al ritmo de los dedos de la hermosa morena. Me retorcía debajo de su cuerpo en busca de sentirla en su totalidad; cuando de pronto, un torbellino de calambres invadían mi vientre y el deleite que Camila me proporcionaba se intensificaba.

   – Mi... Mila, me falta poco... –le anuncie el comienzo de mi orgasmo–.

   – Pero que rápido –exclamó, burlándose de mi– Entonces, –aumentó sus embestidas– quiero ver qué tanto puedes aguantar –su lengua buscó con anhelo mi pezón izquierdo, y un tercer dedo fue introducido en mis paredes vaginales–.

   – ¡Oh, si! ¡Santo Dios bendito! –grité con estrépito al alcanzar el tan deseado orgasmo. Abracé a Camila hasta que mi respiración se tranquilizó. A pesar dé, pequeños espasmos involuntarios sacudían mi cuerpo; aún no me encontraba estable. Cuando la morena sacó sus dedos de mi interior, sollocé levemente por la sensibilidad de mi centro–. Ha sido increíble, Camila –susurré en su oído derecho, a modo de agradecimiento–.

   –  Esto no ha terminado, pequeña –anunció Lauren–.

Lauren. Por un momento me había olvidado de ella. El goce que me proporcionaba Camila era tan elevado, que creí estar únicamente con ella. Cuando alce mi vista por encima del hombro de la morena, mis ojos no creían la majestuosidad de mujer que tenía al frente: Lauren, quien salía del baño con su cuerpo semidesnudo, sólo tenía un sostén negro que contrastaba con su blanca piel; de su cintura colgaba un arnés, el cual poseía un pene –de unos 20 centímetros– casi del mismo color de su piel. Parecían un mismo cuerpo unidos por una negra correa.

  – Si creías que esto había terminado, estás equivocada –intervino Camila; levantándose de mi cuerpo caminó en dirección a Lauren–.

10 meses: ¡Camren y tú!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora