Capítulo 3.

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Agradecí que el uniforme solo consistiera en un pantalón ajustado negro, y una camiseta blanca. Si tuviera que ponerme algo donde hubiera un mono, posiblemente no hubiera aceptado este trabajo. 

Desde hoy a las nueve de la mañana trabajo en el Coffee Monkey.

Había salido a comprar leche, cuando pasa por la cafetería, y en la puerta, colgado del mango, se encontraba un cartel, sonde ponía "Se busca camarera" y yo entré para ver las condiciones. El chico que me atendió el otro día, parece ser que es el jefe. Aun diciéndole que no tenía ninguna experiencia me acepto, raro, pero cierto.

Esta semana estoy de mañana, y la que viene de tarde. Así sucesivamente. Por la mañana, entro a las nueve menos cuarto y salgo a la una. Por la tarde entro a las cuatro y salgo a las doce y cuarto. A la semana me pagan 150 dólares, es poco, pero para mi, suficiente.

—Hey—saludó una chica de pelo negro y ojos azules entrando por la puerta. Mis ojos se abrieron como platos, esa chica era hermosa, muchísimo más que yo

Se metió en el vestidor y salió del con la misma vestimenta que yo, sólo que a ella le favorecía más.

Se quedó mirándome, era obvio que no me conocía. Tragué saliva, no es que se me diera muy bien eso de hacer amigos. La chica se acercó a mi y me inspeccionó, o eso me pareció que estaba haciendo. Había tensión. Hasta que la chica tendió su mano mientras sonreía.

—Hola, me llamo Rebecca —le correspondí la mano y la sonrisa. Su voz era linda y autoritaria, a simple vista, parecía una chica independiente, aunque como la mayoría de las veces, posiblemente me equivoque — ¿Tú quién eres? —cuestionó alzando una ceja, seguro que nadie le avisó de mi presencia a partir de ahora.

—Soy Rose Adams, la nueva camarera  —susurré tímida.  Lo de conocer gente no es que se me da muy bien. Rebecca empezó a limpiar las mesas, mientras yo...no hacía nada, no me había mandado nada, y aquí no entraba absolutamente nadie.

Hasta que entró,  justo a las doce del mediodía entró,  el chico que había visto en la juguetería, en el autobús,  ese chico de pelo rizado y ojos esmeralda. Becca, así me dijo que le llamara, fue a atenderle. Ella volvió y me dijo que el chico quería que yo le atendiera.

—Rose, atiéndele bien, es un buen cliente— me avisó,  yo asentí.

—¿Cómo se llama?

Harry Styles.

Me estremecí. Él era el de la carta y los mensajes,  él de la mirada profunda e intimidadora. No quería acercarme a él,  estaba mucho mejor detrás de la barra, pero salí de esta, me acerqué a su mesa y le tomé el pedido como a cualquer otra persona normal. Si Harry pensaba que yo no le reconocía, posiblemente no quiera hablar conmigo.

Harry era joven, sin duda no parecía un viejo verde violador, pero estaba loco, o eso era lo que aparentaba mediante sus cartas.

***

Al siguiente día, esperaba con ansias la llegada de Harry a la cafetería, quería hablar con él, muchas cosas tenía que preguntarle.

No podía parar de pensar en él, y no precisamente de una preciosa forma. Tenía tanta curiosidad por saber que se traía entre manos. Era muy misterioso el hecho de que un desconocido cualquiera me mandara esos mensajes. Pensé en denunciarlo a la policía, pero al recapacitar, reconocí, que todavía no me había hecho nada, y no creo poder denunciarle sin razón alguna.

La noche anterior busqué en internet sobre él, en las redes sociales, pero nada sobre Harry aparecía. Por una parte me aliviaba eso, la mayoría de los delincuentes salen en internet.

Little Black Dress → StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora