Capítulo 1.

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Noviembre de 2013.

La brisa me golpeaba en la cara, pero me daba igual. No me iba a matar. Odiaba con toda mi alma este día. Y ni siquiera sabía porque había salido de mi refugio. Todo me recordaba a ella. Me paré en seco, para contemplar la cristalera de una juguetería. No tenía a quien comprarle nada. Estaba sola. Volví a andar. Empecé a canturrear una vieja nana que me cantaba mi madre. Como desearía que ella estuviera conmigo ahora. Pero no. Alcé la cabeza y contemplé el cielo oscuro, ya eran las ocho de la noche, las calles solo estaban iluminadas por las farolas y las luces de los árboles navideños.

Quizá, aun era pronto para poner los adornos de esta época. Pero a la gente eso le da igual. La navidad es tan alegre, yo jamás volveré a vivir estos tiempos feliz. Y no porque no quisiera, simplemente, me sería imposible.

Otra pregunta que rondaba mi cabeza: ¿Dónde celebraré la navidad? Seguro que sola, en mi casa, viendo algún programa tonto que echen por la televisión y que no tenga que ver con nada navideño. Otra opción, era irme de fiesta y emborracharme, así los asquerosos recuerdos de esta época no los recordaría.

Hoy, 28 de noviembre, hace un año, mi madre, murió. Es lo más duro que me pudo pasar, solo la tenía a ella. Pero se tuvo que ir. A veces pienso en marcharme voluntariamente de este mundo sin sentido, pero algo siempre me retiene, y no se que es, pero lo hace.

Mi padre, nos abandonó a mi y a mi madre, cuando yo solo tenía tres años, pero eso ya es pasado y hace tiempo que ya me da igual recordarlo, pero no a mi madre. No conozco ni a mis abuelos, ni a mis tíos, ni a mis primos. A nadie. Mi madre y mi padre me tuvieron cuando eran muy jóvenes. Mamá me contó que cuando descubrió que estaba embarazada de mi se fue de Estados Unidos y vino a Inglaterra.

Tampoco tenía amigos, ni siquiera en el instituto tenía, y ahora, que prácticamente no hago nada, menos. Este año mi madre y yo teníamos pensado que yo iría a la universidad, pero después de su trágica muerte, no tenía dinero como para irme de casa.

Lo único que pienso ahora es buscarme un trabajo y ahorrar, para que en un futuro pueda irme a la universidad.

Entré en una cafetería, no me fije en el nombre que tenía, solo entré y ya. El sitio no estaba mal, por lo menos no para tomar un café. Me senté en una mesa pegada a una pared.

-Bienvenida al Coffee Monkey, ¿Qué va a tomar?- me atendió un chico de unos treinta y algo. Parecía amable. Una risita se me escapó de mi boba. ¿Coffee Monkey? Que ridículo, pero tenía gracia.

-Creo que tomaré...-dirigí mi mirada hacia la carta y respondí-Un chocolate caliente.

Me sonrió y se fue.

Se que había venido con la idea de tomar un café, pero la foto del chocolate tenía muchísima mejor pinta.

Una señora, de mas o menos unos cuarenta entro con una niña, que debería de tener unos once añitos. Parecían muy unidos, eso me entristeció. Cerré los ojos y suspiré. ¿Por qué tenía que ser todo así?

Después de esperar unos cinco minutos el mismo chico de antes me trajo lo que yo había pedido. Tenía un aroma delicioso. Le di un pequeño sorbo. ¡Dios mío! ¡Quemaba mucho!

Poco más tarde, ya pude bebérmelo sin quemarme. Al acabarlo le pagué al chico y salí del Coffee Monkey.

Seguí caminado por la calle central, en la esquina de una cafetería vi a alguien extraño. Sus ojos verdes se concentraron en mi. El miedo me inundó, no se porque, pero su mirada me causaba malas impresiones. La gente normal no se quedaba mirando de esa manera a personas que ni siquiera conocían.

Little Black Dress → StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora