No seas tímida.

29 4 0
                                    

En esta maravillosa ciudad uno podía llegar a saber todo lo que hacían nuestros ídolos, además en twitter está casi todo. Incluso de Nick, quien no publicaba casi nada, pero vaya que las demás fans sí y yo les agradecía infinidades de veces.

Primer fuimos a un establecimiento de Starbucks que era muy concurrido por Nicholas. Papá ya nos había dejado y ahora nos encontrábamos solas. Al entrar pedimos un frapuccino para cada una, no tardaría en llegar. Si es que venía. Nos sentamos en una mesa mientras esperábamos a que un milagro divino se apiade de nosotras y él apareciera. Media hora, un frapuccino más, otro tema de conversación más y ningún rastro de la persona que estábamos esperando. Temía que los empleados se aburrieran de nuestra larga estadía y terminaran botándonos aunque sea difícil, pero igual, el temor me invadía a cada segundo. A cada respiro.

-          María Fe me dio una pequeña patada en la pierna. Me quejé- ¿Qué rayos te ocurre? -di uno de los últimos sorbos a mi bebida.

-      Tiene rulos, una sonrisa que mata y si no me equivoco debo ir llamando a una ambulancia por si es necesario -sonrió entusiasmada- Idiota, él está aquí.

  El corazón empezó a latirme aún más rápido de lo que ya estaba, sentí ardor en las mejillas sin dudar, volteé.

-           Por la. . -sonreía y seguía sonriendo, mis amigas se unieron a mi cuando me vieron.

-          ¿Qué esperas? Anda con él y hazle todo lo que quieras -dijo Cami, como si todo era sencillo. Esto era un tiempo de meditación, de buscar las palabras correctas, de que el estúpido tono rosado que tenía en el rostro desapareciera. Pero si pasaba por todo ese proceso, él ya estaría de regreso a casa- Hasta que medites el caso, él se va ir y yo me voy aburrir. Uy, rimó. -Ambas rieron y yo tuve unas ganas inmensas de llorar. De frustración. De emoción.

-          Tienen que ayudarme -empecé a respirar agitada, rápido, fuerte. Sentí un vacío en el estómago.

Miré a María Fe para que me acompañara y ella se negó. Maldita sea, pensé. Me paré y di un par de pasos, arrastrando los pies. Las miré.

-          ¿Están seguras que deba acercarme?

-          Anda. -Exclamaron al unísono. Di unos pasos más y volteé a verlas, de nuevo. Me sentía insegura, incluso aún más que el día de Halloween cuando decidí ponerme un diminuto disfraz de una sexy vaquera, había llamado tanto la atención de los chicos que me sentí tan incómoda. Incluso más, mucho más

-      ¿Segurísimas? No quiero pasar vergüenza yo sola.

-      Si no vas con él, te juro que te daré una buena golpiza, eh, ______. Así que anda, corre. -A veces Camila me daba tanto temor. Sacudí la cabeza huyendo de pensamiento malos.

Me dirigí hacia él, con paso decidido mientras me repetí constantemente ‘______, tú puedes. No dirá nada malo tampoco te rechazará’. Los nervios me traicionaron al llegar a su lado y para no cometer otra torpeza me puse atrás de él, formando la cola para pedidos. No dejaba de mirarlo y sin que él se diera cuenta. Estaba tan cerca de mí que no aguantaba las ganas de abrazarlo. Su aroma me llenó, estaba entre una nube de su olor. Lo aspiré. Dios, porque rayos tenía que pasarme esto. Al parecer se dio cuenta de mis constantes mirada a lo que él volteó a verme, me sonrió y ahí me di cuenta que Dios estaba conmigo, estaba ayudándome a conseguirlo y tuve la oportunidad de hablarle y desearlo el mejor feliz cumpleaños, pero rayos, su turno para ser atendido llegó.

Un mocca, desilusión y unas ganas tremendas de tirarme de un acantilado. Doble mierda.

El camino hacia el centro comercial fue largo para mí. Camila y María Fe se la pasaron gritando, según ellas hablando en voz alta. ‘Eres una tonta, volteó a verte, te sonrió y tú con una pequeñita sonrisa que parecía más una mueca de molestia. ¿Cómo puedes, eh? Era el momento perfecto para saludarlo, pero tus miedos son más fuerte que tú, no sé qué rayos pasa por tu cabeza’ Un par de lágrimas rodaron por mi rostro. Suficiente con mi propio desprecio hacia mi persona y ahora, sumado el de mis amigas. Basta, ¿no? Sé que fui una completa estúpida, pero me sentí llena de valor hasta que llegué a él y perdí la razón, la voz se me fue y no podía emitir ni un monosílabo. Como si un lindo gatito me hubiera comido la lengua. Pero ahora no era el caso.

-          Ya callen su maldita boca, me siento bastante mal como para que ustedes me repitan lo estúpida que soy contantemente. Tenía miedo, ¿Si? Al menos lo intenté. -Caminé hacia una de mis tiendas favoritas. Caminaba por los pasillos de esta, inspeccionando la ropa por si encontraba algo que me gustaba.

-          Perdónanos, ____, pero no puedes desperdiciar una oportunidad como esta, sabes que hay muchas fans que desearían haber tenido una oportunidad como esa. -Dijo María Fe mientras mi otra amiga me abrazaba con algo de culpa por sus palabras.

-          Lo sé, pero no me sentí bien.

-          Bueno, ya. ¿Ahora qué hacemos, el próximo lugar? -Preguntó Cami lo suficiente aburrida como para echar a perder lo poco de emoción que aún quedaba en mí.

-          Vamos a casa, no creo que podamos volver a verlo.

Al llegar a casa preparamos un poco de palomitas y nuestros bolsos que habíamos cargado casi toda la mañana las tiramos con pesadez en un rincón de la habitación.

-          ¿Salimos más tarde?

-          No sé, Mafe, no tengo muchas ganas -dije aún recostada en mi casa.

-          Vamos al centro de nuevo, vamos por unos helados y refrescos -sonrió mi brabucona amiga- O por una película, la cartelera está buena.

-          Bueno, está bien -Me rendí, dejándome convencer.

Se fueron a sus respectivas casas. Lucy me llamo, el almuerzo estaba servido. Bajé con desgano hacia el primer piso. Comí bocado por bocado acompañada de la única persona que estaba en mi casa, además de mí.

»H o p e l e s s dяeαms' {OneShoot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora