nombre

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Con los años comprendí que el nombre y el apellido encierran programas mentales que son como semillas, de ellos pueden surgir árboles frutales o plantas venenosas.

En el árbol genealógico los nombres repetidos son vehículos de drama.

Es peligroso nacer después de un hermano muerto y recibir el nombre del desaparecido.

Eso nos condena a ser el otro, nunca nosotros mismos. Si la muchacha recibe el nombre de una antigua amada de su padre, se ve condenada a ser su novia para toda la vida.

Un tío o una tía que se ha suicidado convierte su nombre, durante varias generaciones, en vehículo de depresiones.

A veces es necesario, para cesar con esas repeticiones que crean destinos adversos, cambiarse el nombre.

El nuevo nombre puede ofrecernos una nueva vida.

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