Vas a caer aunque no quieras.

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Al día siguiente, Leo se propuso conquistarla. Sí, lo había estado pensando toda la noche, no se había podido sacar a la castaña de la cabeza. No podía concebir que Lauren se le hubiese negado ¡a él! No podía y no quería entender que ella no estaba muerta por él. 

Así que ese día se levantó con cientos de ideas espectaculares de esas románticas que a las chicas tanto les gustaban. Con toda la seguridad del mundo y con una rosa en la espalda, Leo caminó por el pasillo del instituto antes de colocarse detrás de Lauren, quien estaba en su casillero hablando con unas chicas y dejó delante de sus ojos la flor. 

Ella se giró sorprendida y hasta con una sonrisa, pero en cuanto lo vio a él su rostro se convirtió en una mueca de disgusto. 

—¿Qué es eso? 

—¿Cómo que es eso? ¡Una flor! —Leo la agitó en su rostro—. Es mi disculpa por ser tan cretino. Una flor, para otra flor —el castaño le guiñó un ojo. 

Varias chicas se habían detenido a ver. Leo lo sabía, debía de ser todo un espectáculo el hecho de que él estuviera haciendo una muestra pública de afecto hacia otra chica. El caso es que cuando Leo se ponía algo en la cabeza, era muy difícil persuadirlo de lo contrario así que le importó bien poco lo que el resto de la secundaria pensara.

—Oh, qué linda —dijo Lauren con una sonrisa falsa. Luego, agarró la flor y la tiro al suelo antes de pisotearla—. No vuelvas a molestarme —Y se marchó no sin antes dejarle una mirada de furia. 

Leo la miró con mala cara. ¡Se lo estaba poniendo difícil! Pero no interesaba, él no se rendiría fácil. Si Lauren quería guerra, guerra tendría. Se dijo a sí mismo que para el final de la semana, la muchacha le rogaría por un misero beso.

El resto del día transcurrió más o menos de la misma manera. Leo estuvo siguiéndola todo el día, ayudándola con los libros aunque ella no quisiera, abriéndole las puertas de las clases o hasta incluso del baño. En una ocasión, una animadora la empujó "accidentalmente" con el hombro y Leo la obligó a que se disculpara. Todo el colegio estaba pendiente de ellos. Lauren nunca había pasado tanta vergüenza como esos días. Ella le decía que se apartara, incluso lo insultaba pero él no cedía. Estaba dispuesto a ser su caballero de blanca armadura. 

—¿Qué diablos le pasa? —le preguntó Victoria en el almuerzo. 

—La verdad es que no lo sé, ha estado así todo el día, me está cansando —explicó Lauren mientras comía su sandwich.

—Yo creo que le gustas —le dijo burlona Tania.

Lauren no contestó pero sí puso los ojos en blanco. 

—Tal parece que está siguiendo los consejos de su amigo— Ashley se quejó mientras dejaba un sobre rosa en la mesa—. Es un idiota, si sigue acosándome lo voy a denunciar.

—¿De quién hablas? —preguntó Victoria entre risas.

Lauren tuvo la respuesta antes de que Ash contestara. Agarró el sobre entre sus manos y sacó un papel que contenía un poema. ¡Era hermoso! Y describía, según el poema, todas las razones por las cuales su amiga era perfecta. Lauren emitió un sonido que se parecía a Aww.

—¡Es ese pelirrojo que siempre anda con Leo! Esto es muy tierno, Ash.

—Es un idiota, le dije que no lo hiciera más y lo sigue haciendo. No será mujeriego, pero es igual de imbécil.

Lauren negó con su cabeza. Su amiga estaba siendo muy dura con el chico y deseó que algún día recapacitara y le diera una oportunidad. Sin embargo, no pudo decírselo porque en ese momento su mesa se llenó de los estúpidos cavernícolas junto a su líder mayor. 

Los desconocidos no mienten © [LANM 0.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora