Hermione entró en la biblioteca y cerró la puerta tras de sí, sin hacer el más mínimo ruido. Respiró hondo, sintiendo cómo su corazón latía a toda velocidad; tenía pavor a ser encontrada por Peeves a esas horas, o peor aún, por Filch. Siendo Prefecta, aquello sería algo imperdonable, a tan solo meses de graduarse.
Una fría voz la sacó de sus temores:
—Por fin decidiste aparecer —dijo una voz entre las sombras de la biblioteca, que estaba vacía y oscura, debido a la tenue luz que penetraba por las ventanas. —No me gusta esperar.
Hermione no necesitaba verle la cara para sentir como la ira y el odio corrían por sus venas. Una silueta se dejó ver de entre las sombras, dando paso a un chico alto, de pelo rubio y ojos grises. Su mirada gélida se había fijado en ella:
—No me interesa lo que te guste o no Malfoy —respondió la castaña mientras caminaba hacia la mesa del fondo de la biblioteca, pasando por las estanterías llenas de libros. Pudo sentir como la mirada del rubio la seguía todo el tiempo. Y tuvo miedo, sí, miedo de ser humillada como tantas otras veces; pero no lo demostró.
Hermione sacó los libros necesarios de las estanterías sin necesidad de buscar, era como si supiera dónde estaba cada uno de ellos. Draco se sentó sobre la mesa y encendió una vela que sería suficiente para que pudieran leer. No soportaba tener que estar allí con ella. El solo hecho de su existencia le fastidiaba enormemente. Su inferioridad lograba enfermarlo hasta puntos exagerados. Era imposible resistirse a humillarla, no siendo lo que era. Ahí estaba ella, ordenando los libros por orden alfabético como un insoportable
ratón de biblioteca, ocultando su figura ya de por si nada atractiva con una larga falda y una blusa completamente abotonada. Estaban ya en séptimo curso y no quedaban más que nueve meses para graduarse. El trabajo se les había asignado dos semanas antes y no habían quedado por el simple repudio mutuo que ambos se tenían. Ni él ni ella se acercaron para decidir cómo harían el trabajo, simplemente lo olvidaron, como se hace usualmente con todo lo que perturba. Pero llegó la hora de presentarlo, y suspender no les convenía.
—¿Qué tal si haces algo más que estar ahí mirándome? —dijo Hermione dejando el último libro sobre la mesa. —O ¿es que es muy difícil para ti usar el cerebro?
Draco fijó sus ojos centelleantes en los marrones brillantes de la castaña ¿Cómo se atrevía a hablarle estando tan por debajo de él?
—Lo que es difícil para un Malfoy, es tener que soportar la presencia de una asquerosa sangre sucia.
Ante la rudeza de sus palabras, y tal vez, ante el estado de ánimo intenso que caracterizaba a la castaña en aquellos momentos, nada fue más preciso que lanzar un golpe que cayó sobre la cara de su enemigo.
Draco saltó de la mesa y se sostuvo el rostro con ambas manos. Al principio, Hermione no había notado el hecho de que estaba completamente sola con un Slytherin que no tendría la menor piedad tratándose de ella. Sabía que había llegado demasiado lejos, y lo comprobó cuando sus ojos se chocaron con los grises llenos de odio del rubio. Ya antes se había atrevido a golpearlo, y por estar acompañada había salido ilesa; pero aquello estaba a punto de cambiar.
Draco caminó hacia ella, y sin darle la menor oportunidad de correr la tomó por el pelo acercando su rostro al de él, lo suficiente como para que pudiera observar su destino en la pupila de sus ojos grises. Hermione soltó un quejido de dolor, pero lo ahogó por miedo a que Peeves les descubriera. El rubio agarró más fuerte su pelo apretándolo con más fuerza.
Hermione se mordió el labio tratando de no producir mucho ruido y con ambas manos trataba de soltarse. Sin embargo, al sentir la varita de Draco clavándose en su cuello, desistió de la absurda idea.
—Va siendo hora de que aprendas a respetar a tus superiores, Granger— dijo sin soltarla ni un segundo y con un tono tranquilo, lo que no vaticinaba nada bueno. —Y para ello, me temo que tendré que castigarte.
El corazón de Hermione latía velozmente mientras su respiración se volvía entrecortada.
—¿Vas a lastimarme?
—Sí.
—¿Vas a matarme? —preguntó una vez más y con un tono algo desafiante. Malfoy odiaba cuando hacía eso.
—Aún no lo he decidido— dijo sonriendo. —¿Entiendes ahora por qué una sangre sucia no debe meterse con un futuro mortífago?
De un fuerte tirón la arrastró por las estanterías y mesas mientras que ella forcejeaba y trataba de no gritar de dolor. Se resistía a caminar por donde él la llevaba, pero aquello no servía de nada: Draco era más fuerte y podía sujetarla con facilidad. Pasaron unas cuantas filas de estanterías de la biblioteca y pararon frente a la Sección Prohibida.
—Ya lo he decidido. Prefiero esperarme a salir de Hogwarts para matarte, y créeme, no usaré la magia para acabar contigo, lo haré con mis propias manos— dijo Draco abriendo la puerta de la sección prohibida. —Por el momento, solo te dejaré aquí. Ya veremos qué explicación darás mañana cuando te encuentren...
—¡Diré que fuiste tú quien me encerró!
—Es tu palabra de sangre sucia contra la mía- dijo Draco mientras abría la puerta.
El lugar estaba muy oscuro, únicamente iluminado por la leve luz de las antorchas. El rubio lanzó a Hermione hacia adentro haciendo que ella tropezara y cayera sobre el frío suelo.
—Buenas noches, Granger— dijo Draco, pero justo cuando pretendía irse, la puerta de la Sección Prohibida se cerró, dejándolos a ambos encerrados.
«Era como si el destino lo tuviera planeado. Tenían que ser ellos, nadie más que ellos los que me encontraran...»
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Cambiando el pasado
Fanfic«Esta es la historia de Xavier Pirandello y de Isabella Shawn, pero sobre todo, es la historia de Draco Malfoy y Hermione Granger, quienes cambiaron el pasado. El tiempo, se los proporcioné yo... ellos hicieron el resto» Volvió a humedecer la pluma...