Parte Unica

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El domingo 8 de octubre de 2006 apareció, a dos cuadras de la terminal de ómnibus de la ciudad de Mercedes, Corrientes, el cadáver decapitado de un chico de doce años. La cabeza estaba apoyada junto a su cuerpo semidesnudo. La víctima, se llamaba Ramón González -Ramoncito-. Las investigaciones develaron que se trataba un crimen ligado a un ritual, durante el que había sido violado y torturado. El periodista Miguel Prenz llegó a Mercedes dos años y medio después del asesinato y antes de que comenzara el juicio (el primero relacionado con un crimen ritual en América Latina), y encontró una trama en la que se mezclaban los rumores de una secta espeluznante, la pobreza casi terminal de la familia de Ramoncito, la esquiva figura de un empresario, una curiosa mujer policía que es mae de santo de una religión afrobrasileña, y una adolescente -Ramonita, testigo del crimen- cuyas declaraciones resultaron tan escalofriantes como la revelación de que las paredes de la casa donde había vivido, estaban pintadas con sangre humana. En medio de las más verdes inocencias de la pampa gringa, Prenz encontró esta historia que hunde sus bordes en las zonas más siniestras de la ferocidad humana. En octubre de 2006 apareció, en la ciudad de Mercedes, Corrientes, el cadáver decapitado de un chico de doce años. La cabeza estaba apoyada junto a su cuerpo semidesnudo. La víctima, se llamaba Ramón González -Ramoncito-. Las investigaciones develaron que se trataba un crimen ligado a un ritual, durante el que había sido violado y torturado. El periodista Miguel Prenz encontró una trama en la que se mezclaban los rumores de una secta espeluznante y la pobreza. Una historia que hunde sus bordes en las zonas más siniestras de la ferocidad humana.


Miguel Prenz

La Misa del Diablo

Anatomía de un crimen ritual


A Emma

A Miguel y Norma


La noticia

El diario no hablaba del horror.

Solo informaba sobre el hallazgo del cadáver decapitado de un chico de doce años a unos doscientos metros de la terminal de ómnibus y a unos novecientos de la plaza principal, en un terreno baldío cubierto de matorrales, al costado de las vías del tren que hace más de una década no pasa por la ciudad correntina de Mercedes. A la izquierda del cuerpo, a la altura del hombro, estaba la cabeza, pelada hasta el hueso, aunque con un barniz de sangre seca, algunos jirones de carne y el cerebro adentro. El pelo, la piel, los músculos, los ojos, las orejas, la lengua, la faringe y la nariz, según algunas fuentes, habrían sido comidos por un perro, ahuyentado luego por la dueña de la casa cuya parte trasera da al pastizal, la misma que avisó por teléfono a la policía. ¿Qué mierda pasa que hay tanto ruido un domingo a la mañana?, balbuceó la mujer, recién levantada, de camino al fondo, de donde provenían los gruñidos. Vio a un perro mordisqueando un bulto que estaba en el suelo. Lo alejó de una pedrada y regresó a la cocina. Debe ser una gallina muerta, de las que tira seguido la vecina, murmuró, mientras preparaba el mate. Sin embargo, volvió a salir para sacarse la duda. Caminó hacia el bulto, semi escondido entre tacuaras, tártagos, yuyos. Un bicho muerto, pensó... No, un muñeco... No, un maniquí... Entonces se agachó... Corrió a despertar a su hija mayor para que le confirmara que lo que había visto era lo que había visto, y llamó a la policía. Los investigadores dijeron que el chico había sido violado, puesto que estaba de cúbito ventral -con el pecho sobre el piso-, y apenas vestido con una remera verde oliva con el dibujo de un rottweiler en la espalda, zapatillas de lona amarillas y el calzoncillo debajo de los glúteos, con manchas de materia fecal y otros fluidos que se destacaban sobre la tela blanca. Al rastrillar un radio de ochenta metros en busca de pruebas, encontraron pisadas, restos de sangre en un durmiente, cuero cabelludo y piel, además de un short blanco, un reloj pulsera y una bolsa del supermercado El Lapacho, dentro de la cual había una caja con tres huevos rotos, un rollo de papel higiénico, un jabón, un lápiz y dos cuadernos de tapa dura, uno azul y otro amarillo. Al cabo de algunas horas, cuando unas cien personas se habían acercado para averiguar a qué se debía el operativo policial, se supo que la víctima era Ramón Ignacio González. La madre, Norma González, llegó al lugar con un bebé en brazos y acompañada de familiares. No pudo reconocer el cuerpo, pero asumió que se trataba de su hijo mayor, al que había buscado durante el último día y medio. Era el domingo 8 de octubre de 2006. Ramoncito, como le llamaban -como le llaman, como le llamarán-, había salido el viernes 6 al mediodía hacia la escuela y, como no había regresado a su casa, Norma González había denunciado su desaparición el sábado 7. El crimen consternó a los mercedeños. La noticia fue seguida con atención por el gobernador de Corrientes, oriundo de Mercedes, como la mayoría de las autoridades de la provincia. Los funcionarios judiciales declararon ante los periodistas que no podían dar detalles ni datos precisos, porque la investigación se encontraba bajo un hermetismo indispensable para encontrar a los responsables del asesinato.

La Misa Del DiabloWhere stories live. Discover now