"Era un día soleado, en una casa..." Así empezaba el libro que teníamos que leer en lengua. Choca bastante que tengamos que leer un libro casi infantil (el título, La casa de la granja, así lo anunciaba) estando en segundo de bachillerato. La profesora pensó que era adecuado. Dios, en esta escuela no hay nada lógico; los profesores iban a su aire, contando anécdotas o daban clase, pero todas las clases son pesadas. No se salvaba nada, parecíamos muertos en vida tanto al empezar la jornada como al terminarla. Luego, en el comedor, la comida siempre estaba asquerosa. Y para rematar, estaban las actividades extra escolares, que eran obligatorias y no eran ni motivadoras ni agradables. Odio el internado, pero es lo que había para estar a salvo de los demonios. En este momento, los demonios han salido a la luz y quieren gobernar todo el mundo, por lo que teníamos que estudiar todo lo referente a ello y avanzar.
Recorrimos un largo camino estudiando, sin embargo, pronto nos encontramos con un punto del temario imposible de entender y nos caímos por un barranco que solo nos deparaba desolación y angustia. Fueron días oscuros. Las ojeras se asomaban cada vez más pronunciadas bajo nuestros ojos, noches en vela bajo la pobre luz de una bombilla gastada dándoles vueltas al tema, platos de comida apartados por la falta de hambre que ocasionó tal depresión. No encontrábamos luz a nuestra oscuridad, nadie se presentaba para guiarnos. Lo peor de todo es que no podíamos pasar página, no nos sacábamos el tema de la cabeza y no había día en el que no nos reuniéramos para tratar de poner nuestras mentes en orden, de darle un enfoque nuevo. Estábamos perdidos. Pero no podía ser así siempre. Después de la oscuridad, siempre viene la luz, y entró en nuestras vidas alguien que lo cambió.
Y así la luz derrotó a la oscuridad pero no sabíamos que la oscuridad iba a renacer de nuevo en el cuerpo de un inocente bebé del cual nadie sabía su verdadero poder, jamás supimos su origen de nacimiento solo el destino sabría como vencerla y buscar la razón por la que fue creada pero no solo la oscuridad resurgió sino que la luz buscó la manera de volverse a enfrentar a la oscuridad. Pero no contaron con lo que los dioses planearon para ellos porque solo el amor conoce el por qué se enamoraron pero esta vez fue diferente la oscuridad. Dio su vida por la luz. Para salvar la vida de su amado fue tanto el dolor que la luz sintió que juró no enamorarse nunca más pero lo que nadie sabía es que la luz se convirtió en la oscuridad. Y así juró vengarse de todos.
Pero para vengarse tenía que pensar antes en algún plan y para que nada saliera mal. Se tenía que vengar de tres personas las cuales se habían burlado de él en el pasado. Al primero que era un chico le encerró en una habitación oscura, llena de objetos, en la que casi no se podía respirar. A la segunda que era que era una chica rubia la hizo cortarse sus preciosas uñas pintadas de rojo, algo que para las mujeres pijas es todo un reto. Al tercero que era otro chico hizo que corriera en un día muy caluroso varias vueltas al campo de fútbol del instituto. Como este chico era un poco gordillo le costaba mover sus piernas morcillosas y sudaba como un cochino intentando escapar de su final el día de San Martín. Tras vengarse de estas personas, el chico se encontraba mucho mejor, aliviado de alguna manera. Le gustaba el sentimiento que poseía en ese momento y tenía miedo de no volverlo a sentir. Por ello pensó en más víctimas de las que vengarse, le hubieran hecho algo a él o no. Desde entonces y para siempre este chico quiere hacer sentir lo que él cuando le maltrataban algunas personas en el pasado. Se había convertido en un demonio.
Pero no un demonio metafórico, no. ¡Un demonio con cola, cuernos, alas y ojos rojos! Nada más darse cuenta de que le habían salido alas en la espalda trató de aletear. Al principio solo levantaba un poco de aire pero insistiendo consiguió elevarse. Se elevó, sí, pero lo de volar era otro asunto. Intentaba desplazarse pero se golpeaba contra todo lo que había a su alrededor. A esto se sumó que de un estornudo calcinó todo a unos 10 metros de distancia, dejando un olor a azufre, o mejor dicho, el olor del azufre le hizo estornudar más, con idénticos resultados de fuego. Ahora solo necesitaba encontrar a todos eso cabrones que le habían tocado los cojones a lo largo de su vida y... ¡¡¡a chu!!!
FIN
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Bebe, Libro Lloron
RandomSon historias cortas, que cada una es independiente de otra. Utilizo una técnica del surrealismo: el cadáver exquisito.