La canción de él en la música de ella.

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Se miraron como cualquier día normal, sonrieron, ella le dio un audífono al chico, él lo aceptó y ella se quedó con él otro. Caminaron con sus cuerpos muy cerca uno del otro (puesto que él cable no era muy largo), ella roso su mano con la de él, él apretó como si fuera la última ves que lo hiciera, porque lo fue.

Él se fue como una ráfaga de viento, ella sintió como tiraba él cable asta que él audífono se separó de su oído, calló él silencio, la oscuridad. Ella sintió un dolor en él pecho, se quitó la ropa para ver que era, mas su pecho estaba sano y suave, pero seguía sintiendo que algo se movía dentro, ella rascó, rascó asta que la piel de su pecho se desprendió y dejo a la vista su pecho hueco y solo, de él salió revoloteando una mariposa, voló y se posó en algo unos metros mas allá en la negrura, ella se acercó y vio en lo que estaba posada la mariposa, en audífono, ella lo tomó y lo colocó en su oído. Él cable del audífono era tan eterno que se perdía en la oscuridad.

Del otro lado del cable estaba él, tomando él audífono en él que se había posado la mariposa que había salido revoloteando de su pecho solo y triste, se colocó él audífono, en él se escuchaba una melodía simple interpretada por un instrumento indescifrable, él, de su pecho sacó un ukelele y comenzó a seguir la simple melodía del audífono.

Del otro lado del cable estaba ella escuchando la melodía de un instrumento indescifrable acompañado de un ukelele, ella de su pecho sacó unas teclas, teclas de piano, las acomodó y comenzó a seguir la melodía que ahora ya no era una melodía simple, ahora era una melodía complicada, dulce y cruel a la vez.

Él estaba escuchando él piano de ella, él comenzó a cantar una canción sin letra.

Del otro lado del cable ella también cantó la canción.

De pronto todo no se vio tan oscuro, él la vio a ella unos metros enfrente de él, con el pecho abierto y solo, ambas manos en su piano y un audífono en su oído.

Ella lo vio a él, con él pecho abierto y triste, ambas manos en su ukelele y un audífono en su oído, la dulce y cruel melodía siguió, pero sin sus voces.

La sinfonía paró, sus pechos se serraron, se levantaron y se miraron, caminaron, pero no él uno hacia él otro, sino que se dieron la vuelta y se adentraron en la negrura, cada uno por su lado.

Solos.

Ahora ella tiene sus propios audífonos.

Ahora él tiene sus propios audífonos.

Ahora ellos escuchan su propia música.

La canción de él en la música de ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora