Segunda cita...doble.

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Estoy en mi habitación arreglándome para cenar con ese guapísimo hombre.
Llevo todo el día nerviosa, no doy pie con bola y la razón es ese espécimen de ojos grises y cabello cobrizo que perturba mi mente y mis sueños desde el lunes.
Estoy ultimando mi maquillaje; rímel, sombreado negro y labial rojo. He dejado mi pelo suelto y liso y llevo uno vestido entallado por encima las rodillas de escote corazón y unos tacones negros de infarto.
Sí, me gusta como me veo.
Salgo al salón para ver que le queda a Kate, que sorprendentemente está ya lista.
Lleva un vestido rojo de tirantes por encima de la rodilla con una abertura y el pelo recogido.
Está de infarto.

—Uau, Ana, estas preciosa. Dejarás a Grey con la boca abierta. —Me sonrojo, pero esa es la idea.

—Tu también estas de muerte, Kate. —Ella me guiña un ojo con picardía.
La verdad es que ninguna de las dos sabemos que deparará la noche.

—Una copa antes de salir, pequeña —me ofrece.
Yo asiento efusivamente.
Decir que estoy nerviosa es poco.
—Tranquila, Ana, todo saldrá bien. —Me dedica una mirada burlona—. Tú solo túmbate y que él lo haga todo. —Se carcajea a mi costa la muy... resoplo y pongo los ojos en blanco.
Pero en verdad estoy muy nerviosa.
De todas formas tampoco sé si se dará el caso de él quiera acostarse conmigo.
¿Y que iba a querer entonces?
Me dice esa vocecita molesta e irritante de mi cabeza.

—Ana, solo vamos a cenar y pasarlo bien, ¿vale? No te agobies con cosas que no sabemos.—Tiene razón así que obligo a mi cuerpo a calmarme, es ridículo que esté así por nada.
Kate llena las copas de champán y me pasa una.
—Espero que esta noche echemos un buen polvo —dice la muy cabrona y se ríe ante mi cara de horror.
A las 19:00 en punto suena el timbre.
Vaya. Que puntual.
Es todo un controlador.
Ya me dio esa impresión cuando le hice la entrevista.
Kate abre la puerta dejando pasar a unos monumentos de hombres.
Dios. Mio.
Si los dibujan no salen tan guapos.
Kate me mira y me hace un guiño muy exagerado, le ha gustado su cita, de eso no hay duda.
Elliot es muy guapo, rubio con ojos verdes y un cuerpo bien trabajado en el gimnasio.
Lleva unos vaqueros negros y una camisa negra entallada.
Pero nada que ver mi dios griego que lleva el pelo un poco alborotado una camisa blanca de firma y unos vaqueros negros.
¡Dios, está de rechupete!
Se me acerca y me toma del codo acercándome a el.

—Hola, nena —dice dándome un beso en la comisura de la boca.
¡Por Dios, Ana reacciona!

—Hola, Christian —le sonrío tímidamente.

—Mira Ana, este es mi hermano Elliot. Elliot Ana. —Nos damos la mano.

—Vaya, Ana, por fin te conozco. Aquí don cariñoso ha estado de un humor de perros todo el día y apuesto que es por ti. —Christian gruñe y Elliot se ríe de él.
Yo me muero de vergüenza pero decido intervenir.

—No te preocupes Elliot, a partir de hora yo me ocuparé del humor de tu hermano —le digo mirando a Christian coqueta.
Él aprieta su agarre de mi cintura y se le oscurecen los ojos, nos quedamos mirándonos y es como si estuviéramos en nuestra burbuja personal donde solo somos él y yo. Alguien carraspea y vuelvo al presente.
Miro a Kate que me mira con mucho asombro por la situación, pero divertida.
Sí, la noche promete.
—Christian, ella es mi amiga, Kate. —Los presento.

—¿Así que tu eres la insistente Kate Kavanagh? —pregunta Christian con burla y yo me imagino por qué.
Kate puede ser muy persuasiva cuando quiere algo, y un dolor de cabeza. Le habrá dado un montón la lata para conseguir la entrevista.
—Es un placer conocerte, espero que ya estés mejor.

—Sí, señor Grey, ya estoy mejor, gracias —le dice ella un poco sonrojada.
El efecto Grey, supongo.

—Llámame Christian. Te presento a mi hermano Elliot, Elliot, Kate. —Ellos se dan la mano un poco más de la cuenta.

Te pertenezco y mi destino está en tus manos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora