Conversaciones sobre anatomía

CAPÍTULO I

Era lunes por la mañana y yo iba en el autobús a clases. Iba lleno como de costumbre pero había tenido suerte al encontrar un lugar vacío junto a la ventana. Estaba nublado y yo iba escuchando música en mi iPod y pensando en ti, había repetido la misma canción todo el camino porque me hacía pensar en ti, era una canción francesa, de esas que encuentras por casualidad en Spotify y después te enamoras de ella, en realidad no sabía que decía la letra pero me hacía imaginarme con un vestido blanco con flores en un día con mucho viento mientras caminaba a tu lado.

Tenía la mirada perdida en el camino, pensaba en todo lo que tenía por contarte, todas mis aventuras en la universidad. Por fin estaba en la universidad y quería hablarte de todo, quería contarte sobre mis clases, sobre mis compañeros, sobre mis profesores, sobre mis tareas, todo. Pero aún faltaban unos días para vernos y estaba algo nerviosa. Siempre me pones nerviosa y emocionada.

No fue una semana especial, no me paso algo increíble o algo fuera de lo normal. Todo lo que ocurría a mí alrededor quedaba opacado por mi emoción por verte. Nada en esa semana sería tan increíble como verte después de 9 largos meses sin saber de ti. Sin escuchar tu voz, sin que me hicieras reír. ¡Carajo! Sí que estaba emocionada.

Era final de semestre y ya no quedaba mucho por hacer, solo tenía que ir a recoger algunas calificaciones y seria todo. Había terminado mi primer semestre de medicina yo sola, es decir, por mí misma. Una parte de mi estaba enojada contigo, tenías que estar ahí para mí en todos esos momentos frustrantes, tristes, felices y estresantes durante esos largos 4 meses de clases pero no había sido así. No estuviste en mi graduación de la preparatoria ni mucho menos cuando entre a la carrera y si, esa parte de mi estaba enojada porque tú más que nadie debiste estar ahí. No fue tu culpa, lo sé, tal vez estaba más enojada conmigo que contigo. Tal vez solo era frustración, tal vez solo eran los nervios de verte otra vez.

La semana pasó relativamente rápido y al fin era jueves, habíamos quedado de vernos a las 2:00, yo solo tenía que ir por mis calificaciones de histología y era todo. El profesor se había tardado un poco más de lo planeado porque nos estaba dando consejos para los próximos semestres y le pedimos una fotografía al final para recordar al grupo, yo estaba impaciente, no quería llegar tarde a verte y cada vez que miraba el reloj de mi celular y era un minuto más tarde que el momento anterior se me hacía un nudo en el estómago cada vez más grande.

Corrí a tomar el autobús en cuanto salí de la escuela, no podía llegar tarde a nuestra primera salida en tanto tiempo, y para mi buena suerte pasó casi en cuanto me paré a esperarlo. Yo solo pensaba en mi ropa, no me veía tan bonita como imagine que me vería, quería verme perfecta porque sabía que tú lo estarías. Estarías perfecto como siempre. Llegué al lugar en donde nos veríamos, te busqué con la mirada, sabía que ya estarías ahí porque jamás llegas tarde.

No estabas.

Comencé a asustarme, ¿y si no llegabas? Me metí a una tienda que estaba por ahí y me compré un agua. Pasaron 10 minutos y no llegabas así que decidí llamarte por teléfono.

—Qué onda­—contestaste.

—¿Dónde estás? —pregunté. —Ya estoy aquí desde hace un ratote—.

—Hmm ¿en dónde?­—preguntaste tú.

—Pues...en el puente, a un lado del Oxxo, si era aquí ¿no? —dije algo preocupada.

—Ah si jaja pero del lado de enfrente—contestaste.

—Aaaah...deja voy— me reí.

Crucé el puente y te vi, mi corazón se aceleró, estabas sentado sobre una de esas grandes cajas de metal que están fuera de los Oxxo. Te veías exactamente igual a cómo te imaginé y juré que el día se me haría eterno hasta encontrar el lugar perfecto para besarte. Nos abrazamos muy fuerte y todo lo demás fluyó como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Teníamos que esperar a un amigo tuyo para irnos pero jamás llegó así que tomamos el autobús para no perder mucho tiempo.