Día 2

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Me desperté cansada, recostada en el futón sin saber que hacer, hasta que dí el paso y me levanté. Hicé lo de siempre, dí de comer a mi gato, me vestí,... pero algo pasaba, mis tijeras estaban en el suelo, pero.... ¿las había colocoda yo en el suelo? bueno, ya nada tenía sentido, salí a por el periódico en la puerta y había a su lado una caja de precioso envoltorio. La entré y la abrí, era el kimono de la chica de ayer, era para mí ese paquete y me llenaba de emoción pero no sabía por qué. Pase por alto aquello y me puse a leer el periódico. No contaba nada interesante hasta que se decía que una mujer había sido asesinada, era la misma de ayer, la que se había liado con mi marido y la del vestido. Entonces empecé a formular preguntas al aire y me ví en una situación un poco extraña. Ví como moría en mis sueños una mujer muy parecida a ella y como unas tijeras muy parecidas a las mías estaban en el suelo. Cambié de gesto y me puse blanca al pensarlo, pero yo no había hecho nada, o no llegaba a recordarlo. Era muy triste y doloroso pensar que había matado a una persona, pero era imposible, yo... yo... ¡no era así!

Tenía que abrir la tienda y trabajar pero tenía el alma en vilo. Salí de mi casa con la mirada distraída y el caminar serio y constante. En la plaza había un pequeño corriyo de gente que hablab sobre la muerte de la vecina. Me entró el pánico y salí corriendo cuando vi a mi marido junto a una chica de larga, hermosa y azulada melena. Estaban llorando juntos frente a una imagen de la mujer que fue asesinada. Me quería morir me había puesto los cuernos con otra persona y para disimular había tenido relaciones con la otra mujer. Mi mirada se llenó de furia pero me calme, me dirigi a dar el pesame. Estaban tristes pero claro, disimulando. Le pregunté a mi marido que si se encontraba bien a lo que el me respondió una cosa que me sintió como una apuñalada en el mismo corazón, -¿Quién eres?. Mi corazón, como dije antes se paró y me fui sola a llorar. 

Abierta la noche me volví a mi casa tras una larga y laboriosa jornada como la del día anterior. Mis manos agotadas por el cansancio y ojos llorosos daban a mi cara una expresión de dolor permanente. Me acosté con el mismo malestar de ayer pero acabé durmiendo. Tuve otro sueño adivinatorio, esta vez en una habitación pero no de ninguna muerte sino de un intento de asesinato logrando la chica escapar, dislumbré un espejo en aquella habitación, me ví a mí con las tijeras, estaban ensangrentadas.

La sastrería de EnbizakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora