Capitulo 4

548 10 1
                                    


Se retiró Verdolaga, y mi padre,  Por lo que pudiera ocurrir, tomó informes de él, con las personas que sabía podían conocerle; le dijeron que hacía  poco había llegado a la capital y que era un hombre entendido en derecho, al cual no se le conocían malas acciones y como Martinez lo demandase no vaciló en nombrar  a Verdolaga  su apoderado desde entonces el procurador frecuento nuestra casa; comía muchas veces con nosotros y llegó a ganarse, por completo,  la confianza de mi padre. A mi me prodigaba ciertas atenciones que me caían mal.
Un día le dije:
__Nunca me ha hablado de su señora; me han dicho que es usted casado.

__Por mi desgracia señorita.
Y dio un fuerte suspiro, desde entonces me fue más repulsivo y antipático.
  Cuando mi padre le decía  que arreglarán el precio por el cual llevaría el asunto, el contestaba:
__Después arreglaremos eso; servir a un hombre cómo usted es mi mayor recompensa.
Pero eso no le impedía que continuamente le pidiese dinero y mandar a llevar de nuestra casa lo que necesitaba en la suya.
El tiempo pasaba; la cuestión se intrincó y corrieron rumores  de que mi padre perdería el pleito.
__Paciencia, paciencia__exclamaba Elodio__. Ya se verá.  La justicia nunca pierde. Es que quieren afligirlos a ustedes.
Nosotros estábamos muy confiados, cuando un día un viejo amigo de mi padre llegó muy preocupado a hablar con el de cosas graves, según dijo. Mi padre, como siempre, deseó que oyese yo la conversación.
__Carlos, ¿no temes que está niña oiga malas nuevas?__dijo el señor Menéndez a mi padre, en vos baja, pero que yo oí bien.
__No, Alejandro, puesto que de todos modos las ha de saber. ¿Qué hay de mi asunto?
__Que va mal.
__¿Cómo?
__Muy mal, mi amigo.
__Verdolaga me ha dicho...
__¿Qué?
__Que es cosa perdida para Martínez.
__Todo lo contrario. Verdolaga ha llevado muy mal tu asunto, no lo dudes.
__¿Que lo ha llevado mal?
__Tan mal, que Martínez gana.
__¡Oh!... ¡Eso no es posible!...
__Es necesario que te armes  de valor.
__¿Y qué sabes tú?
__Que la Corte Suprema te condenó a dar a Martínez la cuarta parte de tu  capital, más los intereses de esa cuarta parte desde que te puso la demanda, más los costos del juicio.
__¿Así es?...
__Que te quedas sin nada, pues has tenido que gastar mucho.
__¡Eso no puede ser! ¡Eso es absurdo! ¿Y de que le sirve a un hombre honrado, terner justicia?
__De nada, si los encargados de la administración son jueces verbales. En estos tiempos el más pícaro es el más dichoso y mejor considerando.
Yo, llena de angustia, lloraba; no por mi, si no por mi padre,  tan anciano y tan bueno.
__Carlos, ¿tienes dinero en caja?
__Tengo ocho mil pesos.
__Dámelos.
__¿Para qué?
__Para salvartelos.
__No; que me lo roben todo; que me dejen en la calle.
__Pero tienes una hija.
__Es verdad __dijo mi padre,  rodándosele las lágrimas__. Pobrecita hija mía, ¡en la miseria!...
__Con ese dinero, que es tuyo, vivirás mientras se ve qué puedes hacer.

__Dices bien, Alejandro.
Un momento después, mi padre entregaba al señor Menéndez unos billetes, diciéndole:
__Guárdalos, y procura encontrarme una casa pequeña. Ya me entiendes...
__Déjalo todo a mi cargo; mañana volveré.
Como a las siete de la noche  de ese mismo día, mi padre me dijo:
__Blanca, no salgas, ya vuelvo.
__¿A dónde vas, padre mío?
__A aclarar una duda.
__Ya es muy tarde; deja eso para mañana.
__Me precisa  ir hoy.
Y mi padre salió para regresar una hora más tarde, pálido, con las facciones alteradas y los labios temblorosos.

●●●●

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 28, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Blanca OlmedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora