Capítulo 4

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                                                                                             Ana

Ni una sola respuesta. Ninguna de las chicas había contestado ¿Seguirían pensando en el maldito incidente que acabó con su amistad? Habían pasado demasiados años, ya eran adultas y podía discutirlo civilizadamente. Seguía pensando que no teníamos la culpa de nada.

- Darling, Are you okey? – Robert era el encanto en persona. Siempre estaba pendiente de lo que necesitaba y me consentía en todo lo que yo deseaba.

-Yes love, don't worry.

Odiaba mentirle pero no podía revelarle el secreto que las cuatro habíamos guardado durante tanto tiempo. No conseguía encontrar sus números de teléfono así que me tocaba esperar una respuesta, aunque las esperanzas iban disminuyendo.

Debía ir a la prueba de mi vestido y a elegir el sabor de la tarta nupcial, Robert me lo había dejado todo a mí. Con su trabajo no se podía contar mucho con él, pero al menos tenía presupuesto ilimitado. Bajé de la habitación hacia mi coche y me puse en camino antes de que se me hiciera tarde y pillara todo el atasco de la principal de Los Ángeles.

-Mierda, me he dejado el móvil arriba - Subí de nuevo las escaleras pensando en que momento se me había ocurrido ponerme esos tacones.

De repente mientras estaba subiendo escalón a escalón con aquellos zancos, empecé a escuchar a las spice girls sonando desde mi habitación. Todo el mundo me decía que cambiara ese tono de llamada tan adolescente, pero a mi me hacía sentir bien. Me recordaba a ellas. Me quité los zapatos y subí lo que me quedaba a zancadas.

-¿Di... Diga? – Me faltaba el aire, los deportes nunca fueron lo mío.

-¿Ana? Joder tía te vas a ahogar ¿Estabas follando? –Escuche risas por detrás, pero no pude evitar reconocer esa voz, y esa forma tan suya de hablar.

-Tamara... ¡Qué alegría! Estaba deseando de que llamarais – Hice una breve pausa para coger aire y proseguí sin darle lugar a contestar- Espero que esas risas de fondo sean de Julia y Ruth.

-Sí, aunque te parezca increíble lo has conseguido rubia de bote. Vamos a ir a la boda. Prepárate.

-Eso ha sonado amenazante.-Me había hecho sentir un escalofrío.

-Es una amenaza, una amenaza de diversión. Nos vemos en cinco días, reza todo lo que sepas.

No tuve tiempo de decirles que no quería ese tipo de cosas. Parecía que las estaba viendo, organizando una despedida de soltera por todo lo alto, con alcohol, strippers, y a saber que más. Le tenía mucho respeto a Robert para hacer algo así además él no iba a tener despedida de soltero, que pensándolo bien era algo lógico, no creo que sus amigos cincuentones aguantaran una juerga.

Tal vez fue una mala idea invitarlas. Ellas no estaban acostumbradas a la clase de vida que yo llevaba ahora, eran de clase media. No vivían en el glamour y la clase en la que vivo yo ¿Podrían comportarse en la boda? Me empezaba a arrepentir de mi decisión. Aquella época para mí fue muy bonita, pero yo siempre he mirado más alto.

De camino a la tienda de novias más exclusiva de Beverly Hills me llegó una llamada para confirmar otra vez la reserva del restaurante ¿Otra vez? Esta gente era una inútil. Me desvié hacia el restaurante y cuando me bajé del coche entré allí con paso desafiante ¿Quién se creían para hacerme perder el tiempo así? Aun tenía que probarme mi vestido y grabar un blog para mi página de moda, Cuando llegué a la recepción me encontré a un chico con camiseta negra algo pasada de lavados y jeans rotos.

-Oye tú, necesito hablar con el dueño. Ahora.-Levantó la vista de su tablet y no dijo ni una palabra - ¿Hablas mi idioma?

-Si señorita hablo su idioma, y el dueño soy yo- Me miro con media sonrisa picarona por el error que acababa de cometer, pero yo me mantuve en mis trece.

-Es la tercera vez que me llaman para confirmar la reserva para mi boda ¿No bastó con las dos primeras? No tengo tiempo para gente que no sabe hacer su trabajo.

-Le ruego que se calme – Esta vez me clavó una mirada seria y pude ver claramente como sus ojos marrones se volvían negros como su pelo.-Voy a comprobar ahora mismo que ha pasado, pero por favor tenga respeto por mis empleados.

-El respeto se gana-Me salió así sin mas, ese tipo me hacía perder los papeles. Si por algo se me reconocía era por mi educación y mi saber estar.

Después de lanzarme otra mirada desafiante se acercó al ordenador de la recepción y comenzó a teclear sin quitar la vista de la pantalla. Aproveché para fijarme bien en él. Era un hombre atractivo, con rasgos latinos. Aunque eso ya lo noté en su acento, probablemente mexicano. Tenía los brazos fuertes, pero no de estos de gimnasio, si no de haber trabajado toda su vida. Me alejó de mis pensamientos con su dulce voz.

-Pues la verdad es que la reserva está confirmada, no sé quién haya podido llamarla – Hizo una pausa para mirar algo en el teléfono del restaurante- Y su número tampoco está en el registro de llamadas.

-Eso no puede ser, una chica me confirmó todos mis datos.

-Pues a lo mejor debería tener cuidado y alguien le esté gastando una broma. Desde aquí no la han llamado – Se me quedó mirando esperando una respuesta, pero yo no sabía que hacer. Así que aproveché y di un giro maestro a la situación.

-De todas formas ya que estoy aquí, me gustaría contratar el servicio de cáterin del restaurante para una cena formal en mi casa.- "Muy bien Ana" me felicité a mí misma, recordándome también que ahora tendría que inventarme una escusa para hacer una cena formal en casa.

-Claro ¿Para cuándo sería? – Ya volvía a sonreír, ¿Por qué me estaba fijando en eso?

-Dentro de cinco días, no escatime en nada. Quiero que haya dos platos postre y champan.

-Por supuesto – Siguió tecleando todo lo que yo le estaba pidiendo cuando levantó la vista hasta mi directamente – ¿Cuántas personas serán?

Menuda pillada, empecé a recordar la llamada de Tamara y con la coincidencia de que llegaban en cinco días tenía la escusa perfecta para darle a Robert sobre esa inesperada cena.

-Para cinco personas.

-Vaya parece que le gusta el cinco ¿Sabe que tiene muy mala rima?- Agachó la cabeza a sus teclas mientras se reía hacia adentro.

-Sí, conozco la rima bastante bien, puede que mejor que usted. - ¿Qué acababa de decir? Me estaba poniendo histérica con sus comentarios y sus sonrisitas.

-Esa respuesta no me la esperaba – Me guiñó un ojo, repito me lo guiñó, dios mío estaba coqueteando conmigo y yo le seguía el juego. Lo peor es que no podía parar- Los cáterin los hago yo mismo y también los reparto cuando es un pedido pequeño como el suyo. ¿Le parece bien que llegue sobre las ocho?

-Le estaré esperando – Lo dije sonriendo, como si fuera una solterona desesperada ¿Por qué ese hombre me encendía tanto? En ambos sentidos.

- Siempre es agradable oír eso, y más aun después de cómo hemos empezado – Me estaba mirando diferente, clavaba su mirada en mi y todo mi cuerpo- Déjeme su nombre aquí por favor.

-Claro ¿y su nombre? - ¿Otra vez, que me pasaba en la maldita lengua? Me miró sorprendido, tenía que arreglar eso como fuera- Me gusta saber el nombre de quien va a entrar en mi casa.

- Claro, soy Saúl González – Extendió su mano hacía mi esperando que las estrecháramos y me falto tiempo para sentir en tacto de su piel.

-Ana Castillo, encantada- Tenía manos ásperas, como suponía era un trabajador nato, de los que había crecido desde muy abajo.

Después de ese estrechamiento de manos que se hizo más largo de lo normal, me di media vuelta y salí de allí lo más rápido que pude. Pocas veces había vivido una situación tan incómoda, sentía calor por todo mi cuerpo, puse el aire acondicionado del coche y fui a terminar todas mis ocupaciones diarias mientras Saúl daba vueltas por mi cabeza.

Una semana por AnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora