Delator

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Me han traído a la habitación. Se respira un ambiente de tensión cuyo motivo es claramente la jaula llena de espejos a la que da la sala de control.

A decir verdad, no tengo idea de por qué han construido esto, si bien me di cuenta mientras remodelaban mi preciada biblioteca, tirando los libros como si no valiesen nada. Al menos creo que Vanessa pudo salvar unos cuantos, antes de que se deshicieran de ellos, me pregunto si me permitirá darles un vistazo.

Me abstengo de preguntar a qué se debe todo esto, pues la curiosidad es una muestra de debilidad, y planeo mantenerla oculta de estos animales inmundos, que aprovechan cualquier oportunidad para hacerme sentir como escoria.

-Raoul, si quieres puedes mirar- dice Hugo con frialdad- muy probablemente te guste lo que hay ahí.

-Gracias, pero no necesito saber que es todo esto.

-Bueno, muy probablemente pueda ser peligroso en un futuro, por lo que te aconsejo que seas precavido...

-No temo al peligro.

Un grito inhumano procedente de detrás del cristal obliga a todos a mirar, y yo debo mantenerme muy firme en mi proceder para no unirme a ellos. Sin embargo esos gritos me taladran el cerebro y me recuerdan a algo que ya había escuchado antes, cuando estábamos en América y mis tardes eran agasajadas con una estúpida y temerosa Lepidoptera.

Sin poder resistir más, miro por el cristal.

-Maldita sea...

Vanessa, más furiosa que nunca, está golpeando con los puños cerrados todas las paredes de espejo, pero eso no es todo. Utiliza también su cabeza y sus rodillas, ambos cubiertos de sangre. Los gritos que lanza no son cosa de este mundo y me conduce en mis recuerdos hasta mi educación. Cuando en Humanisi nos enseñó su cara más oscura, llena de peligro y sin embargo, era brillante.

Vanessa está irreconocible, con los ojos encendidos por el odio y sus movimientos, usualmente tan certeros, ahora son toscos y guturales, como si estuviera siendo torturada por un demonio interno.

Un escalofrío recorre mi espalda, y, para mi sorpresa, la imagen no me causa placer en absoluto, en cambio, acude a mi mente una pregunta ¿Qué les pasa a estos malditos animales?

Es verdad que nosotros habíamos hecho muchos experimentos de crueldad infinita y repercusiones serias, pero no era nada como esto. En los experimentos el animal permanecía dócil y pasivo, aceptando su muerte, como cualquier ser que habitara en la tierra, en cambio, ahora pareciera que están obligando a Vanessa a torturarse a sí misma.

¿Cuánta crueldad es la necesaria para que un ser ruegue por dar por terminada su vida?

Por primera vez, veo reflejado en los ojos de Hugo algo de ese placer malsano que yo suelo sentir cuando yo esto trabajando. No es nada parecido al daño mental de mi hermano o mi preciso suministro de crueldad, lo que veo en él es un sentimiento frío y mecánico, tranquilo pero controlador. Él podría terminar con el mundo mientras bebe un coctel.

Me trago mi orgullo y hago todas las preguntas que tengo en la punta de la lengua.

-¿Qué es lo que pasa aquí?

-Lo llamo entrenamiento.

-¿Entrenamiento para qué...?- callo ante la mirada de Hugo, entendiendo que todas las personas en la sala, incluyéndome, sabemos el objetivo, todos menos Vanessa, desde luego.

-Hugo, cuando dije que podías entrenarla y aprovecharla, no me refería a nada cómo esto.

-Lo sé, pero ustedes los Homo se limitan a lo fácil, buscan como lograr más haciendo menos- mira por el cristal como cualquier artista mira a su creación- yo quiero mucho más que eso... y planeo exprimirla todo lo que pueda.

AnimaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora