El impacto fue tan fuerte que parecía que el castillo se venía abajo. Primero fue un gran estruendo y luego todo empezó a temblar. Una de las altas torres se estaba desplomando. La torre este se vino abajo con tanta fuerza que una gran pared de humo se alzó por todo el patio interior. Un segundo proyectil chocó contra la muralla externa; los soldados que se encontraban en la parte superior se sacudieron por el impacto. Varios arqueros que se disponían a atacar fueron abatidos por una lluvia de flechas. Las defensas de Castillo de Plata eran formidables pero no estaban preparadas para eso, tantos años de paz habían adormecido al reino. Peor aún, tan solo dos años atrás se había firmado la renovación de la paz con el Emperador Einar.
Arianne había ido junto a su padre y sus hermanos. Se sentaron junto a Einar y su hijo, Var. Entre risas se reafirmó la paz, más por formalidad que por necesidad, ya que ambos reinos eran como hermanos. Sin embargo, allí estaban. Las Legiones Dragón estaban a sus puertas con catapultas y arietes. Arianne se encontraba en el balcón de su habitación, tenía una vista completa de la parte frontal del castillo. Podía ver las praderas y las colinas por donde cabalgaba con sus hermanos, podía ver las enormes cordilleras de montañas que arropaban su tierra. De pequeña, su padre le había dicho que esas montañas los protegerían, que eran su principal muralla, pero ahí estaban ellos. Las colinas ardían y las praderas estaban cubiertas de soldados y maquinas de asedio. En el cielo, los jinetes de dracos volaban en círculo y lanzaban proyectiles ya que no podían acercarse debido a los virotes de las grandes ballestas.
«Niña estúpida» pensó. «Esto es la guerra real, la montañas no son murallas, no nos protegerán de nada». Se alejó de prisa del balcón para ir con su padre, necesitaba que le dijera que hacer. Por los pasillos, los sirvientes corrían de un lado al otro, los escuderos corrían con cestas llenas de flechas mientras que otros llevaban barriles de agua. Al parecer, en algún punto del castillo se había iniciado un incendio. Arianne se abrió paso por los pasillos. Los soldados que siempre la recibían con un saludo, ahora la ignoraban. Era lógico, la situación no estaba para formalismos. Uno incluso le grito que se quitara mientras corría con un par de lanzas en las manos.
Entre todas las voces que gritaban al mismo tiempo, se oía que los establos estaban en llamas. También que la torre este al desplomarse había derrumbado una parte del muro y que las legiones entraban por ahí. Era un caos. El gran salón siempre había estado adornado con estandartes azul celeste y blanco, con el techo lleno de candelabros con forma de alas de grifo. Todas las velas y antorchas siempre estaban encendidas. Ese era un sitio de música, comida y risa, pero ahora estaba colapsado de personas. Los aldeanos habían estado llegando durante días, buscando refugió tras los muros. Ya no quedaba sitio para albergarlos y todos se amontonaban por doquier.
—¿Cómo hemos llegado a esto? —se oyó decir. Se sentía desalentada por todo lo que estaba ocurriendo—. Se supone que debíamos proteger a esta gente.
La invasión de Reinslam fue rápida y violenta. Las legiones de Souterlam habían iniciado su ataque ocupando la zona norte de la ciudad de Dos Hermanas y matando a la guarnición. Desde ahí, su avance fue implacable y rápido. Tomaron todas las aldeas y fuertes que estaban a su alcance. Su ruta era siempre había el norte, a Castillo de Plata. Estaban tomando el reino, pero su objetivo era el castillo.
—Tomar este castillo les garantizará el control de estas tierras —decía el Lord General Austins en la sala de reuniones unos días atrás. Era el hombre de más alto rango en el ejército y su palabra tenía mucho peso—. Debemos defenderlo a toda costa. Si dispersamos a nuestras tropas por el sur para que intenten defender todas las villas, veremos nuestra posición muy debilitada.
—Nosotros somos los protectores del Valle, nuestra misión es defender a esta gente —intervino el Príncipe Heredero Aedan—. ¡Un ejército invasor está en nuestras tierras! Los jinetes deben salir y repeler a esos traidores. Padre, déjame ir a enfrentarlos —dijo mientras se arrodillaba con su espada en la mano—. Podemos detenerlos si atacamos ahora.
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Galalia, los últimos Adahik.
FantasyGalalia es una tierra dividida. En el continente, las seis grandes naciones viven en una delicada paz; años de diplomacia han rendido su fruto. Sin embargo, ciertas heridas no pueden ser curadas por el tiempo, existen viejas asperezas que perduran c...