Llegaron a las tres de la mañana.
Antonio tocó la parte inferior de su cuello para calmar sus músculos tensos por la energía gastada. Había sido un trayecto agotador. Empezando porque Lovino estuvo todo el viaje quejándose de los malditos que querían sabotear su vehículo.
- Hijos de perra -maldijo el italiano-, si la CIA otra vez viene, dile, al americanito ese, que se de por muerto.
- Alfred es un buen tipo -dijo con genio desinteresado.
- ¡Pero no si quiere que sus hombres vayan a matarme! -espetó el chico-. No puedo confiar en nadie... -se sentó en la silla más cercana, algo decepcionado del acto que acababa de recordar.
La tenue luz color crema del lobbi de la casona alumbraba las cabezas de los latinos. Lovino había allegado su mano hacia su frente para reposar su cabeza en ella. Un leve movimiento lo había espabilado.
- Lovi -dijo el español.
- Que quieres, maldición... -respondió en su misma posición.
- Ten -estiró un vaso con licor en su interior hacia el chico.
El joven lo recibió, agradeciéndole. Tomó de apoco el licor para quitarse la ansiedad. Antonio se limitaba a mirarlo desde el otro extremo con un vaso similar medio vacío. Al terminar ambos sus bebidas, el italiano se paró y llamó al español.
- Antonio, llama a los otros -sacó su chaqueta-, vamos a ir a planear lo que debemos hacer. Ahora que llegó Feliciano, nos hace falta el modus operandi.
El mandado marcó en su teléfono móvil a los encomendados y siguió a su jefe.
***
Saliste del departamento dónde te alojabas. Te despedirse amablemente de la casera mientras cerraban la puerta. Tenías que conseguir trabajo hoy. Primero tendrías que buscar por recursos humanos para ver si había alguien que necesitase de tus servicios.
Pero no fue fructífero.
Con un poco de desánimo, te dirigiste al mismo café que fuiste la vez anteior Tenías en tu cabeza el miedo de fracasar al no encontrar algo que se adecue a tu profesión y tendrías que volver a tu país natal.
Agarraste el menú y pediste un simple té y unas mini tortas de merengue al camarero. Luego de un momento, un chico de cabellos castaños y ojos color miel llegó a tu posición. No prestaste mucha atención a su persona.
- Ciao! -saludó sonriente-, ¿puedo sentarme acá?
Dudaste un poco. Tenías un mal presentimiento, aunque el chico se veía bastante agradable.
- Sí, claro.
Volviste a tus pensamientos. Sacaste tu celular para matar el tiempo mientras llegara el pedido. Te causó curiosidad el joven hombre sentado a tu lado. Se notaba muy nervioso.
- ¿Sucede algo? -preguntaste.
- No no -respondió él. Notaste que guardó una especie de celular en su bolsillo-. Vaya bella, tu italiano no es muy propio de aquí... ¿Eres extranjera?
- Sí, estoy aprendiendo de apoco -carraspeaste-. Soy de (t/p).
- ¿Y qué te trae por aquí? -cuestionó con una sonrisa divertida. El chico había tomado tus manos para seguir la conversación.
- Me gradué de la universidad, y vine a buscar oportunidad de trabajo acá.
- ¿De qué te graduarse, bella?
- De Derecho.
El joven abrió sus ojos de par en par. Desvió su mirada hacia su derecha y notaste unos audífonos pequeños beige en sus oídos. Cuestionaste un poco al chico, a pesar de que era tierno contigo.
El mesero te dio el pedido e inmediatamente se fue. Esperaste a que se quedara un buen rato para que te ayudara ya que presentías un leve peligro. El chico volvió a mirarte y te sonrió. Su modo de actuar era muy sospechoso a tus ojos.
- ¿Y cuál es tu nombre, bella? - cuestionó el chico frente a ti.
- Me llamo (t/n).
— Oh, ya veo. Yo soy Feliciano, es un agrado conocerte —dijo con una sonrisa.
Escrutabas al joven con el objetivo de encontrar algún signo de mala intención. Esta acción hizo poner más nervioso al joven.
De un momento a otro el chico se paró del asiento. Parecía asustado.
— ¿Qué te sucede? —le dijiste algo alarmada.
Retrocedió unos pasos de su posición inicial algo desconcertado. Luego, fijó sus ojos en ti.
— Perdón, bella.
Sentiste unos brazos rodearte forzosamente. Un grupo de hombres salió detrás de ti amenazando a la gente con pistolas en mano gritándole que se alejaran. Todos vestidos de manera formal y lentes negros. Un tipo de cabello castaño oscuro y ojos oliva se acercó a ti con paño, poniéndolo en tus cavidades respiratorias.
— Buenas noches, dulzura.
Sentiste tu respiración disminuir hasta el cansancio. Tu última imagen fue la cobrata de color dorado que usaba el chico y los ojos apenados que te miraban en esa situación de tu compañero de mesa.
Luego, todo se volvió negro.
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Hooola, hola.
Perdón si desaparezco mucho pero es que no tengo tiempo jajaja.
Espero que les haya atrapado este capítulo. Es corto, lo sé, pero pienso hacerlo de estas longitudes o lo que me dé la mano jiji.
Por favor, denle una oportunidad a este fanfic.
Me despido, Akina.
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Ella, secuestrada. (Hetalia X Lectora)
FanfictionLuego de terminar la universidad, (T/N) dedice emprender un viaje por Europa, dónde su primer destino ha sido Italia del Sur, Nápoles. Durante su estadía, no se ha dado cuenta que estado siendo vigilada por la mafia italiana. En un café, mientras co...