3: Ella, y el intento la CIA.

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Despertaste de apoco de lo que pareció ser un sueño. Sólo recordabas los ojos oliva y su última oración antes de desmayarte.

«Buenas noches, dulzura»

Sentías que no podías abrir tu boca. Estaba todo negro. Tus ojos les era imposible abrirse ya que algo se los impedía, más bien, una venda lo hacía. Tus manos estaban detrás de tu espalda amarrados por una especie de cuerda. Recobrabas de apoco la conciencia. Estabas algo mareada y las imágenes te daban vueltas. Recordabas al tipo que fue apresado por la policía dos días atrás, ¿no era el mismo chico que se sentó a tu lado?

Ragazza... —susurró alguien. De repente, sacaban una especie de cinta adhesiva pegada a tu boca. Sentiste un dolor de mil demonios en aquella zona.

Aunque no podías ver nada, tenías la sensación de que alguien acariciaba el cabello con cierta delicadeza.

— Ve~, no tengas miedo. Sólo quería pedirte perdón porque mis hombres fueron muy rudos contigo—. Al notar que era la misma voz del chico que había conversado contigo, una ira invadió tu ser.

— Maldito, algo me dijo que no tenía que confiar en ti.

— Perdóname... —dijo angustiado. El joven escondió un poco su cara detrás de los asientos que los separaban.

Sentías que ibas en movimiento, tu cabeza estaba apoyada en un saco de maíz. Tu mareo no cesaba. Las náuseas estaban apareciendo. Los sonidos eran lejanos.

—¿Dónde estamos...? —cuestionaste.

— En el auto de mi hermano~. Su nombre es Lovin-

— ¡Mierda, fratello!, ¡¿Podrías avisar que la ragazza ha despertado?! —gritó una voz a lo lejos, muy similar a la del chico con quién hablabas, sin embargo, más grave. —Y no reveles nuestros nombres, cazzo.

Escuchabas unos ruidos que se hacían cada vez más fuertes.

— Dios, el cloroformo ha disminuido su efecto...

— Demonios, ¡¿Me han drogado?! —gritaste. Esto explicaba tu actitud pasiva ante la situación. Hacías fuerza para zafarte de lo que te tenía amarrada. Tratabas con todas tus fuerzas retirar la venda contra el saco, pero se estaba haciendo imposible.

— Tranquila, maldizione. Estarás bien.

— Uy sí. Te tengo bastante confianza, bastardo...

— Mujeres... —dijo resignado Lovino.

Lovino volvió a su asiento, acomodándose para dormir. Aún quedaban 2 hora para llegar al destino. Feliciano, viéndote, tocaba tu cara, sus pretensiones no eran hacerte algún daño. Aún se sentía mal por haberte engañado con la fachada, por lo que su compensación psicológica a esa culpabilidad era darte pequeños toques.

—No soy tu puta mascota —dijiste con rabia. Te sentías inferior con las acciones del italiano.

—No te enojes, ragazza —dijo este—. Mis intenciones no son dañarte.

—Después de lo que pasó en la cafetería... Ojalá nunca te hubiera conocido.

Estas palabras provocaron la pena y tristeza de Feliciano. Su arrepentimiento fue evidente a través de sus ojos.

— Perdón, bella

Giraste con todo tu cuerpo hacia la izquierda para evitar su mirada. De forma repentina, fuiste empujada hacia el final del automóvil a causa del freno que había hecho el chófer.

Cazzo, Giovanni! —espetó Lovino, furioso porque la acción del nombrado había hecho caer su cigarro.

¡¿Qué pasa, hombre?! —gritó Antonio de forma ansiosa.

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⏰ Última actualización: Jun 28, 2019 ⏰

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Ella, secuestrada. (Hetalia X Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora