A los quince quedé embarazada de Simón Alvarez González, el aburrido y frustrado guitarrista de una banda local. Tuve que abortar porque él no quiso hacerse cargo del niño; Simón pensó que un bebé descendiente de mí pondría en peligro la raza humana.
Mi papá es drogadicto y mi mamá fue internada en un hospital psiquiátrico. Vivo con mis abuelos porque nadie más quiso hacerse cargo de mí, la terrible y caprichosa niña que rompe todo a su alrededor.
Una vez soborné a mi profesor de matemáticas para que me aprobara en un examen. Sí, tuve sexo con él, y sexo del bueno.
¡Todo es mentira! Y si no me creen, pregúntenle a Simón Alvarez si alguna vez me acosté siquiera con él. También vayan al cementerio y busquen una lápida donde se lee Miguel Valente Sevilla, allí descansa el cuerpo de mi papá luego de haber sido atropellado mientras viajaba a una conferencia donde se postulaba como candidato político. Averigüen si mi mamá existió alguna vez en mi vida, o si solo me dejó a cargo de mi padre un día después de nacer. Interroguen a mis abuelos, que ellos digan si alguna vez rompí un mísero plato o vaso. Y si siguen desconfiando, entonces miren mi planilla de calificaciones de la escuela y fíjense la gigante y roja F que sobresale en matemáticas.
Lo cierto es que en el mundo pocas personas se toman la molestia de buscar la verdad, ¿no? La mayoría cree lo que pasa de boca en boca, y más aún si es vergonzoso y puede herir a los demás.
Un día escuché, no recuerdo muy bien cuándo ni dónde, que uno es lo que cree ser. Y el punto es que creo ser una persona buena, sólo que las cosas no me salen bien todo el tiempo, ni la mayor parte de las veces.
Cuando alguien habla de mí, no dice «es la persona más buena que he conocido», al contrario, lo más decente que pueden decir de mí contiene (siempre) la palabra «perra» en algún lado, si no es al principio, es a la mitad de la frase, o al final. O solamente perra, hay muchos que no se preocupan ni en elaborar un insulto para mí. No me quejo, al fin y al cabo, lo tengo merecido. Es decir, asumo que la gente me critique, que me juzgue sin saber de mí, que crea los rumores acerca de mi vida.
Lo que no asumo, y jamás asumiré, es que Ruggero Pasquarelli me condene a ser una perra de por vida. Jodidamente no.
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Estupido Ruggero. {Ruggarol}
Fanfiction―¿Qué quieres de mí? ―Quiero que tus malditos labios se posen sobre mis malditos labios, y que nuestras malditas bocas encajen como un maldito rompecabezas. ―¿Qué se supone que...? ―Bésame. ¿O es que acaso un nerd como tú no entiende el...