II

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Preparación

Daniel giró con rapidez su cabeza hacia el repentino ruido. Todo fue tan rápido, pero logró ver a una chica golpeando al extraño ser con un extintor por segunda vez.

— ¿Alicia?— logró reconocer el rostro de la chica, ella se quedó mirando al "ser", percatándose de lo que acababa de hacer. Hasta que giró su rostro hacia él con sorpresa.

Miró que Daniel sujetaba a Emily entre sus brazos ensangrentados por esta. Miró a su hermana, específicamente a su estómago abierto y luego miró a los ojos del chico.

  — Emily..

Sus ojos penetraban a Daniel con su mirada, solo reflejaba tristeza. Pasaron unos eternos segundos y al fin ella reaccionó sacudiendo su cabeza. Se acercó a grandes zancadas con paso firme y al estar a su lado, con cierta seriedad en su rostro, le tendió la mano.

  — Todos están en el gimnasio, por lo que nosotros también deberíamos estar allí—miró hacia su mano y la agarró para poder levantarse, ella sonrió dulcemente—.Vamos.

Tiró suavemente de él y comenzaron a correr. La mente de Daniel estaba en blanco y miraba constantemente al suelo viendo cómo sus piernas se movían sin él poder sentirlas.

A pesar de que Alicia le llevaba agarrado de la mano, intentó detenerse, pero ella seguió tironeando para que no parara.

  —Ella ya murió, Daniel, acéptalo.

Sabía muy bien que estaba muerta, lo vió con sus propios ojos. Pero su cabeza aún no lo admitía, nada de lo que acababa de pasar. Su rostro.. no reflejaba dolor por lo que podría pensar que no sufrió.
Mientras corrían escuchaba los gritos de algunos alumnos lo que le hizo salir del trance y dejar de lado sus pensamientos.

Cuando se dispuso a mirar hacia delante, se detuvieron. En frente de ellos había una gran puerta roja, que era la entrada trasera del gimnasio; sin pensarlo Alicia soltó de su mano y abrió la puerta.
La bulla comenzó a inundar los oídos del chico, los alumnos más pequeños lloraban sin parar, otros alumnos eran atendidos por el personal de enfermería. Cada clase se encontraba en un espacio definido y fácilmente pudo encontrar la suya.

Alicia corrió hacia otro lugar, seguramente hacia su clase puesto que ella es mayor que él. Vió cómo sus amigas se acercaron a ella y la abrazaron entre llantos de alegría.
Cuando Daniel llegó a su clase la única persona que le tomó atención fue Erick, su mejor amigo.

—¡Estás vivo!—corrió hacia él y se lanzó rodeándole con sus brazos, Daniel mantuvo su postura incómodo, quizá Erick se dió cuenta puesto que rápidamente se separó de él.

—¿Qué está sucediendo?—pasó un brazo por encima del hombro de Daniel y le guió más cerca de la clase, provocándo que esta prestara la atención en ellos.

—Amigo—suspiró y señaló a todo el gimnasio—, todos tenemos la misma duda.

—Daniel—se acercó una chica, la cuál no reconoció al instante ya que ésta estaba cubierta de sangre y tenía la ropa rasgada, pero cuando se acercó pudo percatarse de que era la chica nueva, Lia—. ¿Estás.. estás bien?—tartamudeó.

La atención de la clase se concentraba en ellos mismos o en sus celulares intentando llamar a sus padres, fracasando. Erick se había reunido con la clase e intentaba a animarlos con chistes tontos, mientras que Lia se sonrojaba a medida que el tiempo pasaba.

—Sí—corrió el mechón de pelo que cubría la mitad de su rostro y vió cómo su frente, rasguñada, dejaba caer un pequeño hilo de sangre—. Pero me preocupa más tu aspecto—admitió—. Si quieres te acompaño a la enfermería improvisada que tienen por ahí—sonrió y ella también.

—¡Hey, galán!—escuché el grito de Erick cuando ya comenzaba a caminar con Lia a su lado, giró rápidamente du cuerpo cuando vió un objeto dirigiéndose a él por los aires—. Ahí tienes tu celular, no te molesto más, ahora puede seguir coqueteando tranquilo—guiñó divertido y Daniel solo rió.

Cuando dejó a Lia en la enfermería su celular comenzó a sonar. Lo sacó del bolsillo y aceptó la llamada, aunque era un número desconocido.

—¿Aló? ¿Daniel?—la voz sonaba ronca pero animada.

—¿Con quién hablo?

—Oh, vamos, ¿no reconoces la voz de tu hermano mayor?—rió—. No respondas, dime, ¿hay gente al lado de la pared sur del gimnasio?

¿mi hermano? ¿qué hace aquí? Más bien... ¿está vivo?, pensó.

—Ah..—Daniel giró su rostro y miró justo detrás de él, aún un poco confundido negó con la cabeza, aunque su hermano no pudiera verle—. No, no hay nadie, ¿por qué?

—Prepárate—su hermano no esperó nuevamente una respuesta y a través de la llamada se escuchó un motor rugir—. Nos vemos—cortó la llamada.

Daniel esperó paciente a que algo sucediera aún con el teléfono pegado a su oreja, con la boca abierta ante saber que su hermano no se encontraba en la militar y estaba de vuelta.

Alan había vuelto.

Un estruendo sacudió el gimnasio, el lado sur sel gimnasio se cubrió de polvo, habían escombros por todos lados.

Acababa de haber una explosión.

La gente que se encontraba capaz de caminar se acercaron a aquel lugar incluyendo a Daniel. Cuando el polvo y la tierra se esfumó en gran parte, un hombre de quizá 23 años apareció llevando una polera que se adhería a su torso, unos jeans negros y unas botas militares del mismo color.


—¿Alan?—Daniel pasó entre las personas hasta reencontrarse con su hermano.

—Joder, pero qué grande estás—rió él abrazándolo y frotando su nudillo contra su cabeza, al soltarlo aún con una sonrisa, Daniel pasó la mano por su cabeza, sobándola—. He venido a salvarte, hermanito.







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