La brisa de la playa acaricia suavemente su cara, mientras el cabello es movido cuidadosamente por el viento. Sentada sobre la fina arena, observa el horizonte. Se aparta un mechón de pelo de su cara, colocándolo tras su oreja. Aproxima su temblorosa mano al bolsillo de la sudadera y coge un papel plegado.
Debería estar en clase, sin embargo, allí estaba: en la playa con aquel trozo de papel que siempre la acompañaba.
Después de un par de años, exactamente dos, aquel papel seguía intacto, al igual que sus sentimientos.
Lo va desplegando lentamente con cuidado. Se encontraba un poco más amarillento, sus extremos resquebrajados y con la silueta de algunas lágrimas. En el momento en el que está totalmente desplegado comienza a leer su interior, no hace falta que mire el papel para leerlo, sabía y conocía cada palabra, cada coma, cada punto, cada recuerdo, cada sentimiento que hay en él.
Cuando llega al final sus ojos ya estaban empañados y su cara mojada, aparta la vista de él y vuelve a observar el horizonte. Las lágrimas siguen invadiendo su cara, intenta apartarselas e interrumpirlas, pero los recuerdos tienen más fuerza.
Nadie había visto aquel papel, nadie sabía de su existencia.
Aquel papel como lo llamaba ella, era una nota de suicidio.
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Everything has changed.
Teen Fiction«Querido diario, hoy he aprendido que soy inútil...»