Epílogo

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AARON

Han pasado dos horas desde que logramos escapar del submarino protector. El capitán optó por seguir una ruta alterna para llegar a Sudamérica porque, si continuábamos navegando en la habitual, tarde o temprano el Cuerpo de Protección daría con nosotros desde el aire y enviaría nuevas embarcaciones en nuestra búsqueda. Esta vez vamos hacia al oeste, con intención de retomar el viaje hacia el noreste en unas horas para llegar a nuestro anhelado destino.

Lamentablemente, debido al peligroso nivel de daño que presenta el submarino, no podremos navegar hasta las costas de Constelación, país situado en el norte y centro de lo que solía ser Chile. En cambio, descenderemos en el extremo sur del continente. Tendremos que encontrar el modo de viajar cuanto antes hacia el norte. Los jefes de Amanecer revelaron que existen asentamientos muy peligrosos en la zona sur, y desde ya nos preparan psicológicamente para lo que enfrentaremos cuando pisemos tierra firme.

Como aún queda mucho por navegar, y ya que no hay peligro latente, los viajeros tomamos un descanso en los camarotes del submarino. David, quien apenas podía mantenerse en pie en la sala de mando por la tensión vivida en el enfrentamiento con el enemigo, está a poco de quedarse dormido en la estrecha cama que nos asignaron.

—Hasta el fondo —ordeno, entregándole un vaso de agua y un par de pastillas.

—No las necesito —insiste, hastiado—. Ya te dije que tomé un par antes de abandonar el refugio

—Tu cuerpo dice lo contrario. —Llevo una mano a su frente: arde en fiebre.

—Está bien, está bien. —Se incorpora para ingerir los medicamentos, luce muy agotado.

Odio verlo tan débil y moribundo. Lo que más quiero al llegar a Sudamérica es ir cuanto antes a Constelación y conseguirle la cura del Stevens. Haré todo lo que esté a mi alcance para mantenerlo vivo y llevarlo al país posguerra, así tenga que pelear a muerte contra la gente de los asentamientos sureños.

Es tal mi devoción por mantenerlo a salvo que le disparé al protector que abrió las puertas del contenedor en la carretera. No me percaté de lo que hice hasta que lo vi morir en manos de Danira.

Hace meses, cuando ataqué al médico que quiso aplicarnos La Cura, me prometí que no volvería a herir a otra persona. Tal parece que, cuando se trata de David, toda promesa de bondad se anula. Lo amo demasiado como para permitir que alguien intente hacerle daño.

Tengo miedo de convertirme en lo que siempre he detestado, pero si es por defender a las personas que quiero, hay acciones que son inevitables.

Miro a David mientras cae dormido por el efecto de los medicamentos. Sus ojos parpadean con pesadez, tal como un niño apunto de tomar su siesta. Acaricio su cabello y él me dirige una última sonrisa antes de sucumbir al somnífero de las pastillas.

—Haría lo que fuera por ti —susurro. Él ya está dormido y no puede oírme, pero de todos modos lo sentencio—. Y si he de matar por ti, lo seguiré haciendo.

Antes de discutir conmigo mismo por la macabra proclamación de sangre que he pronunciado sin pensar, recuerdo aquello guardado en mi bolsillo del pantalón que apenas me dejó dormir después de la fiesta de anoche: el papel de Adelaida.

Abandono el camarote y me encamino hacia los baños del submarino. Me topo con Alicia en el corredor, quien luce igual de exhausta que David.

—No puedo creer que lo hayamos conseguido. —Sonríe—. ¿Puedes creer que estaremos en otro continente? Nunca pensé que...

—Alicia, debo ir al baño —corto, fingiendo urgencia.

—¿Todo bien? —Entrecierra los ojos. Como siempre, ella adivina que algo está mal sin necesidad de que se lo diga.

¿Debería contarle sobre la nota de Adelaida a pesar de que prometí no hacerlo? ¿Podría confiar en ella? Por supuesto que puedo. Sin embargo, no sé qué clase de mensaje me ha dejado la anciana del refugio, y no quiero involucrar a Alicia sin tener conocimiento previo de lo escrito en la misteriosa hoja de papel.

—Todo perfecto. —Fuerzo una sonrisa.

—Aaron, sobre lo que pasó con el protector...

—No quiero hablar de eso, lo único que quiero es descansar. ¿Te molesta si hablamos más tarde?

—Oh, claro que no. —Alicia no deja de verme con recelo—.Solo recuerda que comprendo lo que hiciste y que tendrás mi apoyo pase lo que pase.

—Muchas gracias. —Sonrío sin fingir.

Alicia se pierde en el lado opuesto del pasillo y yo me encierro en uno de los baños. Dentro, enciendo la luz y aseguro la puerta con el comando táctil correspondiente en el panel de un costado. 

Estoy ansioso por leer lo que contiene la hoja. Algo me dice que encontraré en ella un mensaje impactante y peligroso. ¿Con qué otro motivo Adelaida se limitaría a escribirlo en un papel en lugar de divulgármelo sin tapujos?

Meto una mano en mi bolsillo derecho y busco por el papel: no está ahí. Antes de entrar en pánico, recuerdo que lo he puesto en el izquierdo. Esta situación me pone los nervios a flor de piel.

Tengo el papel en mis manos. Por alguna razón, estoy temblando de miedo. Cualquier cosa podría estar escrita en su interior. Cualquier peligroso secreto podría estar esperándome.

Desdoblo el papel con rapidez, vencido por la curiosidad. Cuando por fin se extiende en mis manos, leo un mensaje de letras negras escritas a mano:


"NO CONFÍES EN AMANECER".


Y, más abajo en la hoja, leo un segundo mensaje que me deja boquiabierto:


"MICHAEL ESTÁ VIVO.

TIENES QUE SALVARLO".




* * * * * * *



Nos vemos en PROGRESIVOS.




Prohibidos [Pronto a borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora