14. Alicia - "Vestido rojo" (¡Capítulo inédito!)

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47 DÍAS PARA LA REPRODUCCIÓN OBLIGATORIA

* * *

Es noche de fiesta.

¿Qué celebraremos? No tengo idea. 

Los señores Scott han organizado un misterioso evento de gala en su mansión. Fueron invitados los gobernadores y sus esposas, los futuros gobernadores y sus parejas, los ministros y los directores de los departamentos oficiales del país, algunos cuantos miembros más de la gobernación y amigos cercanos como mis padres. El último mes se ha tratado de eventos relacionados con las reproducciones obligatorias y con el gobierno. Me he adentrado en el mundo de las autoridades y de sus adeptos, y la verdad es que no me ha gustado nada.

Hablar por teléfono con Max se ha vuelto una excitante costumbre. Conversamos en secreto a la medianoche, cuando todos en mi casa están dormidos o cuando no me quedo donde Carlos. Después de aquella fatídica noche en la que él me tocó sin escrúpulos en la ducha, nuestra relación decayó en picada. No estamos bien. Dudo que las cosas mejoren.

La señora Scott ha notado los conflictos entre su hijo y yo. Se me acercó hace días para hablarme al respecto, me aseguró que la llegada del bebé lo cambiaría todo y que nuestra relación mejoraría con el tiempo, pero no le creí. 

Ni el amor por un hijo hará que Carlos y yo seamos felices.

Estoy en una de las habitaciones de maquillaje y peinado de la mansión Scott. Me hallo sentada frente a un espejo rodeado de lamparillas de luz blanquecina. Veo mi reflejo con detenimiento: no luzco feliz. Mis ojos parecen reflejar la miseria, mientras que mis labios solo se surcan en sonrisas cuando hablo con Max. Él me produce sensaciones que no experimentaba desde hace mucho tiempo.

Para la ocasión, mi madre me ha escogido un vestido de color rosa viejo y de encaje sobrio que apenas se ciñe a mi cuerpo. Ella insiste en que debo verme lo más elegante posible. Sin embargo, escondido en un armario, tengo un vestido de color rojo fuego que dejará boquiabiertos a todos los presentes de la fiesta. Yo misma lo escogí y lo escondí para ponérmelo a última instancia, de modo que no pueda ser detenida a tiempo. 

Mi intención de usarlo no es figurar sobre las invitadas: es manifestar mi propio acto y símbolo de rebeldía. Si en aproximadamente dos meses me casaré con un futuro gobernador y enterraré la escasa libertad que poseo, quiero rebelarme al menos una vez en la vida.

Sé que entrar con tal vestido armará un revuelo imperdonable, pero no me importa. Ya estoy atada a Carlos. Estoy destinada a codearme con funcionarios del gobierno y con personas de la alta sociedad. Creo que puedo jugar un poco sin temerle a las consecuencias.

Por órdenes de mi madre, las peluqueras me amarran el cabello en un moño recogido. Las maquillistas, en cambio, me aplican más sombra de ojos que de costumbre, porque así se los he pedido. Un maquillaje sutil no combinaría con un vestido ardiente y trasgresor. Incluso el maquillaje podría representar un símbolo de lucha en medio de tantas chicas de rostros falsamente naturales y delicados.

Mi madre regaña a las empleadas apenas ingresa en la habitación.

—¿Qué hacen? ¡Están exagerando con la sombra!

—Calma, madre. —Intento sonar relajada—. Yo les pedí esta cantidad.

Mi madre abre la boca para decir algo, pero se abstiene.

—Déjennos solas —les pide a las maquillistas, quienes obedecen.

Mamá se acerca a la mesa de maquillajes. Toma la caja de toallas húmedas, saca una y la acerca a mi rostro.

Prohibidos [Pronto a borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora