Parte sin título

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Ahí estaba ella. La pequeña Camila de nueve años. Tan inocente jugando en la plaza. Corría y reía como una niña normal.

Camila estaba en el tobogán, jugando sola, pero feliz. Subía, bajaba y volvía a subir. En un instante se detuvo. Cuando estaba en la cima de las escaleras, casi a punto de bajar, notó algo en un árbol. Era un árbol muy grande, uno al que los otros niños de la plaza nunca subían. Siempre fue muy curiosa asi que hizo su última bajada por el tobogán y salió corriendo hacia el árbol.

Desde abajo, notó que algo brillaba, parecía un collar. Estaba en una rama muy alta. Sin pensarlo mucho, trepó el árbol hasta llegar a la rama. Agarró el collar y lo observó. Tenía un dije en forma de corazón. Pero no era el corazón que todos dibujamos cuando somos nenes pequeños o cuando estamos enamorados y escribimos en los pupitres de las aulas del colegio. Tenía la forma de un corazón real. El corazón que bombea. El corazón que nos da vida. El corazón que nos hace sentir cosas.

Era simple pero hermoso. Lo que ella no sabia es que era muy peligroso conservarlo. Ese collar tenía una historia.

La historia trataba sobre un matrimonio de ancianos. Se decía que se los veía siempre juntos y que todos los días a las 4 de la tarde, se solían sentar en un banco de la plaza a contemplarla, recordando buenos momentos. Un día el anciano le regala un collar con dije de corazón a su esposa. Ese dije representaba el amor verdadero, por eso tenía forma del órgano humano, y no era el corazón de fantasía. La mujer a partir de ese dia lo usaba siempre, hasta que el anciano fallece y ella queda viuda. Luego de ese día nunca mas se vio a la vieja pero el collar sigue por la plaza en busca de un nuevo dueño.

Pero el collar era peligroso. No era un collar normal. Tenía una cualidad muy fea. Cualquiera que lo llevara puesto, renunciaría a sus emociones propias y nada más podría sentir las emociones de otras personas. Claramente que Camila no sabia nada de esto y se llevó el collar con ella.

Nunca se lo sacaba. Ni siquiera para bañarse. Le gustaba mucho. Pero había un problema muy grave. Ella era muy joven para dejar de sentir. Poco a poco dejaron de importarle muchas cosas, dejó de sentir amor por sus amigos y familia, dejó de reír, dejó de llorar, dejó de saltar de felicidad. El collar absorbió todas sus emociones. Ya no tenía vida.

Lentamente dejó de sentir por ella misma. Aunque también se dio cuenta que cada vez que estaba muy cerca de alguien o había un tacto, sentía algo. No sentía por ella, sentía por los demás. Podía saber cómo estaban emocionalmente. Esto le sorprendió mucho, pero jamás dijo nada, ni a sus papás.

Nunca sospechó por qué ocurrió esto, pero necesitaba respuestas. Y las iba a encontrar, de alguna forma.

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2017 ⏰

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