McDonalds

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Jos

—¿Y... A donde vamos? —Pregunté.

—Al estudio ¿no?

—Naaa , hemos tenido mucho de eso, ¿quieres ir a McDonalds?

—Me sentiría muy culpable si no voy con mis hermanos.

—Pues, los llevamos, no hay problema.

—Me gusta el Jos de buenas.

—Y a mi me gusta el Alonso callado y mesurado y mira lo que tengo, uno parlanchín e hiperactivo.

—Malo.

Y no conteste, pero solo pensé en besarlo.

Llegamos a la casa de Alonso y su mamá aun no hacía de comer.

Braulio estaba en la sala viendo Bob Esponja y tomando jugo de una en un sillón blanco, y cuando me miró, corrió hacía mí volcando el contenido de el vaso encima del sofá.

—¡Josh!¡Josh! ¡Josh! ¿Qué crees?.

Lo tome y lo levante, intentando mantener el equilibrio mientras el brincaba.

—¿Qué creo?

—Shi como y como mucho, mucho así —Dijo extendiendo sus manos—¿Vas a cumpir tu plomesa?

—¿Qué promesa?

—Tu dijiste que me ibas a llevar a la casa de las shopesas.

—Lo siento caballero, pero yo no tengo honor.

Lo dije con voz grave y juguetona.

—Entonshes peparate para pelear.

Se abalanzó sobre mí, y me <<golpeaba>> con sus pequeños puños. Lo tome de las manos y comenze a hacerle cosquillas.

Braulio estaba carcajeándose en el sillón, cuando de la cocina salió Alonso acompañado de Columba.

—Vámonos Jos —Dijo él.

—¿A dónde vash Loncho?

—A un lugar muy feo, donde poner inyecciones —Dije yo.

—¡No dejesh que te piquen hemanito!—Gritó preocupado.

—Solo hay una forma de que no piquen a Alonso ¿sabias?

–¿Cuál? —Preguntó con ojillos curiosos.

—Que dejes que te inyecten a ti.

—¡Shi! Yo no quiero que piquen a Loncho, mejor a mí, shi—Respondió mordiendose las uñas

—Bueno entonces al coche. ¿Y Diego?

—En casa de su amigo, el del otro día—Dijo Columba entre enternecida y risueña con todo el asunto de la inyección y luego vio el sillón manchado y miro a Braulio severamente.

Subimos al auto y arrancamos, nos detuvimos a unas cuantas calles de la casa de Alonso y esperamos a Diego, cuando salió se veía, diferente, como pensativo, no triste, solo conflictuado.
—¿A dónde vamos? —Preguntó al subirse.

—¡A que me pongan una iyesion!—respondió Diego de inmediato.

—oh.

Conducimos como por media hora y cuando llegamos, la cara de Braulio se encendió. Miró a Columba y muy sorprendido comenzó a hablar.

Bajamos del auto y entramos.

—Mira mami, ¡losh juegosh!, ¡Yo quiero eshe y eshe y eshe y todos! —decía apuntando la vitrina que mostraba los juguetes.

CONTRATO SEXUAL ||J.V ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora