Capítulo 11: Mettaton

251 13 4
                                    

Nota importante: Debido a mi desaparición, quiero que lean cuando acabe el capítulo el aviso (o no sé como llamarle) , siento que es para mí muy importantes decirles mis motivos de ya no seguir con esta serie, porque es algo que me abruma bastante. Por lo tanto, disfruten del capítulo.

Acostada en el sillón viendo uno de los tantos libros de física cuántica que tiene Sans, seguía sin creer lo que estaba teniendo en mis manos y fuera de Sans; suspiro algo cansada y fatigada ya que ni encontraba una cosa que funcionará ya que era algo avanzado para mi. Sans, en cambio, se encontraba a mi lado dormido con ronquidos demasiados notables, lanzo el libro a otra parte de la habitación y abracé a Sans  acurrucándome en su pecho, éste solo suspiró pesadamente, lo besé cortamente y vi como sonreía aun dormido, fue algo tierno. Escuché a Papyrus afuera de la casa,  vaya que si se había tardado en encontrar a Alphys y Undyne, acariciaba yo el cabello del albino con suavidad mientras el todavía dormía y miré en dirección a la entrada, se notaba la gran estatura del esqueleto inocente, pero lo siguiente me tomó por sorpresa, una gran patada para la puerta haciendo que cayera al piso.

—¡Undyne! Ya es la tercera de la semana—se quejó la chica de bata blanca mirando y apuntando a Undyne en forma de regaño. Undyne en cambio sólo reía de una forma eufórica y la toma de los hombros.

—¡Estar mil horas de mierda ahí  en ese lugar era pesadilla,  necesitaba desquitarme! —Dijo aun riendo la pelirroja del parche. Entendía su frustración.

Papyrus, en cambio, solo caminaba dentro de la casa con su firme postura y heroica viéndose como un valiente caballero -aunque fuera todo lo contrario a eso-. Lo que más me extrañó de la situación fue lo siguiente, ¿Dónde estaba Mettaton?, era bastante extraño que el robot de colores rosados no estaba presente en esos momentos cuando sería la dueña -o dueño- de la pista,  aunque no hubiera ninguna. Un gran ronquido y rotundo de Sans me sacó de mis pensamientos sintiendo como mi cuerpo se estremecía del susto,  mi corazón palpitando a mil por hora. 

Un porcino es menos ruidoso que los ronquidos de un sueño profundo de Sans.

—¡HUMANA! ¿Cuánto piensas quedarte?— Me dijo el inocente esqueleto de alta estatura. Reí falsamente haciendo un gesto de sufrimiento mientra señalaba a Sans con las manos.

—¿Cuántas horas duerme?

—Como mínimo, 3 horas— casi los ojos se me ponían en blanco al escuchar eso, dejé que el de chamarra azul cayera al piso. Y sí, no despertó ni con esa caída, solo una señal de vida que fue el ronquido más estruendoso que el anterior.—Tranquila, si quieres acudir con algo que necesites, aquí estamos— dijo Undyne con una serenidad que ni yo conocía antes.—Pero por suerte tienes una amiga que no es una holgazán cómo alguien que conozco—. La criatura amarilla tenía una gran sonrojo en su rostro, lo único que podía hacer era taparse la cara con sus manos.

—No es mala idea— dije, amo a Sans,   pero no quiere decir que repruebe por su culpa en una materia tan complicada como lo son las ciencias. La dinosaurio amarillo -o lo que sea que fuera- se limitó a hablar.

Undyne la trataba de animar dándole unas leves palmadas en su espalda. Suspira algo ya más tranquila,  aunque la rojez de su cara no desaparecía del todo:

—Y-yo te ayudo con lo que necesites— Sonreí y la abracé,  cosa que le sorprendió,  aunque Undyne sólo me miraba con una sonrisa forzada,  sabía lo que ocurría. Me separé de Alphys un poco. —¿E-empezamos?

Asentí con la cabeza.

Estaba mentalizada en ese proyecto de ciencias, todo podría pasar tanto como cosas buenas,  malas y... Más malas. Siendo sincera esto me dió miedo.

Don't Leave Me [Sans×Lectora](PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora