Lust Order ❥ʀɪᴠᴀᴍɪᴋᴀ

♔ᴄᴀρɪᴛᴜʟᴏ 2♔

Asentí rápidamente.

Seguí sus movimientos. Lleve mi mirada hacia una pequeña bolsa de una marca de ropa, la cual empezó a sacar una botella de vino. Eran los que creaban nuestra empresa.

—Hace poco llego la cosecha hacia el área de laboratorio industrial, la doctora y científica Zoe me dio una muestra hecha por ella misma. Como odio tomar siempre solo, ¿Quiere acompañarme?

Mire algo asombrada aquella petición, anteriormente había tomado dos tragos de aquel exquisito vino que dieron como muestra.

—Claro señor Ackerman—comente con una sonrisa.

Aquel hombre giró su mirada hacia una pequeña vitrina de vidrio, donde se levantó de su asiento y saco dos copas.

—Ponte cómoda—ordenó señalando el pequeño juego de sillones negros que habían en medio de la gran oficina.

Asentí parándome del lugar, observé los tres sillones, terminando por decidir ir al grande para mayor comodidad.

Me senté cruzando la pierna para una posición relajada, mientras que él estaba en la misma duda que yo, observando en cual sofá sentarse, hasta que se dignó a hacerlo a mi lado.

Colocó con cuidado ambas copas en la mesa de vidrio, para luego abrir el vino y verter su contenido.

Las agarro y me ofreció una, la cual con nerviosismo acepté.

—Gracias—comentó, alzando su copa hacia mi dirección.

Sonreí nerviosa, chocando leve la copa de él con la mía.

— ¿Por qué?

—Aceptar mi petición—respondió para empezar a tomar.

Agarre la botella, para tratar de verter su contenido en mi copa, pero esta misma no tenía nada.

— ¿Ya se acabó?

Suspiré desganada, dejando mi copa junto a la de mi jefe, y la botella un poco más alejada.

Dirigí mi mirada hacia a él, observando minuciosamente su fino rostro, se encontraba con los brazos en el respaldo del sofá y con su cabeza apoyada en éste. Sus ojos estaban cerrados con su respiración en calma, observé más que nada sus labios, aquellos que sentía que gritaban mi nombre para ser besados.

Ladee mi cabeza, no debía hacer eso, él tenía esposa, hijos y hasta un perro con un loro.

Mordí mi labio inferior, mi interior empezó a nacer un cosquilleo, abarcando todo mi cuerpo, ¿Me arriesgo?

Apreté mis puños, para así subirme sobre las piernas de él. Observé que había despertado exaltado, pero no le dio tiempo de reaccionar, ya que mis labios atacaban con desesperación los ajenos.

Mi cuerpo quería algo que sabía perfectamente, pero mi mente no pensaba en las posibles consecuencias, dejándose llevar por aquella apetitosa lujuria y esa adrenalina de lo prohibido.

Un pequeño rayo de esperanza que estaba en mi corazón se cumplió, mi jefe correspondió aquel beso hambriento. Empezó a pasar sus manos por mis muslos, levantando la falda tubo de mi común traje de trabajo.

Un jadeo salió por mis labios, mi pelvis chocaba contra su erección, causando un espasmo en mi cuerpo.

No quise emitir palabra alguna, aproveche el momento, me sentía sofocada ante tantas prendas sobre mi persona. Como si leyera mi mente, él empezó a desprender el saco y la camisa para así sacarlas de un tirón.

Por mi parte, desprendí su camisa, teniendo a mi merced su pecho trabajado, sabia a la perfección que iba al gimnasio y que sus camisas se le pegaban al cuerpo, pero nunca me detuve a observar cada músculo que tenía. Mis manos recorrían todo su abdomen gravando cada parte de está en mi memoria.

Él acaricio mi espalda desnuda, aquellas grandes manos recorrían todo mi cuerpo, para finalmente acostarme en el sofá y proseguir a besarme el cuello.

Un cosquilleo recorrió mi columna al sentir los besos tibios y húmedos bajando hasta mis pechos.

Sus labios aventuraban cada parte, sacándome suspiros y gemidos de mi boca con su cálida lengua recorriendo desde la areola hasta el pezón.

Mi vista se dirigió a la de él, que observaba cada reacción mía. Mi cuerpo gozaba entre sus manos y aquellos labios traviesos que recorrían, memorizando cada estructura de mi anatomía.