Descubriendo los motivos

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Ese día había salido de la escuela. Hacía un sol espléndido y era viernes e iba a organizar muchas cosas para salir un poco a la playa por lo que decidí desocupar mi bolso y llevar algunas cervezas. De pronto, unas hojas cayeron de él al sacudirlo y al leer lo que estaba escrito en ellas, hizo que fuese rápidamente a buscar a su padre en el lugar donde trabajaba, tocando la puerta como loco con mi corazón acelerado, lleno de pánico y sin saber qué hacer. Como siempre, decía que todo estaba bien y que su hijo no tenía nada.

—¡No, no está bien! —dije yo gritándole en medio de todos.

—Calma, calma cachorro. Estás muy acelerado, relájate —dijo él demasiado sonriente.

—¿Por qué no quiere usted creerme? —pregunté mientras lo miraba.

—Porque eres una mala influencia para él, mi hijo está bien, está en casa. Ahora, deja de gritar tanto que me pones en vergüenza. No le hagan caso, todo está bien —dijo cerrando la puerta de su oficina.

Y sin hacerme caso, volvió a su trabajo.

Yo busqué de todas maneras posibles hallar alguna pista que me dijera dónde estaba Gael. ¿A dónde podía haberse ido? Pero no encontré respuesta alguna. Dos horas habían pasado ya, el cielo cambió a una tonalidad tormentosa pero aún así no desistí en buscarlo. Fui a la estación de policía para avisar de un posible suicidio pero como siempre, tampoco me ayudaron porque no tenía la certeza ni el lugar. Nadie me ayudó a encontrarlo, yo tampoco pude hacerlo.

—¡Gael! ¿Dónde estás? —gritaba corriendo por los callejones de cada calle, en medio de la lluvia que ya caía sobre la pequeña ciudad y con el temor de que Gael se hiciera daño.

De pronto, me acordé de un lugar al que solía verlo muchas veces. En la parte trasera de la escuela, bajo el árbol de manzanas donde solía verlo escribir muchas veces y ser molestado por los bravucones. Allí fui y una sensación de escalofrío bajó por mi espalda. Sentía una brisa fría recorrer mi cuerpo como si lo que había leído en cada una de esas hojas era cierto. Llegué al lugar, llegué... Pero... ¡Llegué tarde...! Gael se había ahorcado. Su cabeza colgaba de una de las ramas del manzano.

La desazón que sentí fue grande al ver tan horrible escena. Corté la soga de inmediato que rodeaba su cuello con una piedra filosa que encontré y fui por ayuda a ver si algo podía hacer. Recuerdo que lo dejé bajo el manzano para que su cuerpo no se mojara más, sin embargo sentía mucho miedo porque su cuerpo permanecía inmóvil. Fui de nuevo a la estación de policía todo mojado como estaba. De pronto, todo el pueblo se conmocionó con la noticia de que un zorro adolescente se había suicidado y aunque intentaron reavivarlo, fue tarde ya que no tenía signos vitales. Nadie supo las causas ni de las hojas que escribió antes de morir y que las mantengo aún en mi poder. Es algo que sólo yo sé y que hasta ahora otros saben por la confesión que hice el día de hoy.

Su padre, después de que se enteró de lo sucedido, se agarraba la cabeza y me miraba. Yo igual lo miraba, lo miraba con rabia. Gael tenía razón, él fingía al decir que todo estaba bien para vivir despreocupado y conservar su posición en un status social privilegiado, criticando las familias de otros pero que no hicieran lo mismo con la suya. Luego de esto, sería objeto de varias críticas y perdería su empleo a razón de no creerme, pensé yo. Lo cierto es que nunca lo volví a ver ni a saber de él.

Se preguntarán... ¿Por qué siempre leo esto o quise darlo a la luz pública? La razón es fácil. Quiero que vean la importancia de la vida y que sepan valorar lo que tienen. Nunca se encierren en una burbuja que nadie sea capaz de reventar como hizo Gael. También, lo leo para pensar en las cosas que pude haber hecho por él si me las hubiese permitido. Además, esto fue una manera de despertar de la pesadilla que vivía al no dejar de beber y prometí por esta causa que no volvería a hacerlo.

Lloré amargamente cuando corría por las calles pidiendo ayuda y la lluvia caía sobre mí, lloré aún más cuando fue sepultado y muchos nos sentíamos culpables de lo sucedido. En ellos me incluyo porque sé que pude haber hecho más y aún lloro hoy tras recordar ese momento. Pensaba durante varios días, semanas, meses, en devolver el tiempo y haber podido evitar aquella tragedia. Pero él fue muy inteligente y tuvo decisión para ir a un camino sin retorno del cual me fue imposible salvarlo.

Hoy, 10 años después de que sucedió esa terrible historia, yo estuve visitándolo en el cementerio, lugar donde se encuentran almacenado los restos de aquel ser incomprendido y que dejó este mundo a tan corta edad. Ahora, tengo 26 años y soy músico, uno de los más conocidos en Iris y sus alrededores. Dejé de lado la bebida y le canto a la vida, le canto a la historia y las letras de mi canción hoy fueron para Gael, quién vive presente en mis recuerdos a pesar de los cortos momentos que estuve en su vida y haciendo memoria de su triste despedida.

Triste despedidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora