Capítulo 4 - Un cuerpo excitante.

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Narra Marnie:

Impactada por lo que me acaba de decir su madre, frunzo el ceño. Sophie conoce la reputación de todos en la escuela, y Stephen tiene una de mujeriego, cuando no se le ve solo se le ve con una chica, una distinta cada día con aspecto de zorra ya conocida por los demás chicos.

A menos que su madre me esté mintiendo lo que dudo mucho por su expresión de sorprendida, seguramente Stephen trae las chicas a su casa cuando su madre no se encuentra.

A la pobre señora casi se le salen los ojos cuando me vio.

—¿Usted está segura de qué nunca trae amigos? ¿O chicas?... —pregunto curiosa, me mira y sé que se ha dado cuenta a lo que me refiero.

—Cariño sé quién es mi hijo. Sé que no es ningún virgen solitario, estoy consciente de que las chicas con las que se acuesta las lleva a moteles, hasta en su auto o en algún lugar barato que encuentre, pero nunca las trae aquí. Y pues sus amigos... Stephen no es de muchos amigos, por eso me sorprende verte y más aún cuando me afirma que eres su amiga —dice con una sonrisa, le devuelvo la sonrisa y Stephen llega a interrumpirnos.

Lo que dijo es muy interesante.

—¿Me la devuelves? Tenemos que hacer una tarea —dice jalándome del brazo sacándome de la cocina con su madre subiéndome de nuevo a su habitación.

—¿Cuál tarea? —pregunto un poco confundida.

—Esta —dice pasándome unos shorts y una camiseta, bastante cortos y ajustados para mi gusto—. Póntelo, con eso puesto al menos podré ver la silueta de tu cuerpo sin tener que desnudarte —miro las prendas una vez más y lo dudo, nunca he usado ropa así de corta, ¿De dónde diablos saco esto?—. ¿Vas a ponértelo o tendré que ponértelo yo?

—Sal de la habitación —demando—. No me cambiaré contigo aquí adentro mirándome.

—¿Qué te parece si me tapo los ojos y hago como que no te estoy viendo?

—¡Sal ya! —exclamo, ladea la cabeza y antes de salir de la habitación dice:

—Eres más inteligente de lo que pensé, pequeña saltamontes —ruedo los ojos y espero a que salga—. Avísame cuando ya estés lista.

Cierra la puerta y procedo a colocarme las pequeñas prendas.

Me quito mi ropa con la que si me siento cómoda, sea de monja o no, quedándome en ropa interior. Es increíble como uso ropa interior sexy de encaje pero ropa de abuelita por encima. Supongo que al menos la parte mía que no se ve quiere ser sexy.

Soy todo un caso.

Me coloco las prendas rápido y dudo antes de decirle que entre, me miro en el espejo de su habitación por unos segundos y muerdo mi labio inferior, el short casi muestra mi trasero y la camiseta tiene un escote que hace un tanto visible mis pechos, inmediatamente me tapo mis pechos subiéndome más la camiseta y me bajo más los shorts intentando cubrir un poco más mis piernas desnudas.

Sé que Stephen escogió esta ropa por una buena razón. Sin pensar más, suspiro y le digo que entre.

No tarda ni medio segundo en abrir la puerta. Entra y vuelve a cerrarla sin quitar sus ojos de mí.

Me incomodo al verlo mirarme de arriba a abajo, muerde su labio inferior intentando disimular pero no lo logra, inmediatamente hablo para que deje de mirarme.

—¿Qué ves? —pregunto intentando llamar su atención, me mira a la cara unos segundos pero luego vuelve a posar sus ojos en mi cuerpo.

—¿Podrías darte una vueltica? —me pregunta acariciando su mentón.

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